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Marcha del 8M: voces de la exigencia

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Imer Noticias

Esta crónica narrada a dos voces explica paso a paso lo ocurrido durante la marcha en la que participaron más de 20 mil mujeres.

El Zócalo ruge. El ruido estalla. Las flores tiemblan. Y tiemblan porque cientos de mujeres se agolpan para palmear el blindaje instalado frente a Palacio Nacional, ese que un día antes fue decorado con lilas, lirios y hasta margaritas.

La historia inició 50 minutos antes, cuando una marcha integrada por todo tipo de mujeres salió del Monumento a la Revolución. Eran las dos de la tarde.

Aunque el bloque negro encabezó el contingente con cadenas y mazos, la mayoría caminó en paz y cantó consignas, que a veces eran opacadas por bullas y aplausos.

Algunas mujeres se dieron cita desde el mediodía en la Plaza de la República y con la sombra de las jacarandas pintaron sus carteles a medio piso. Hubo quien llegó sola, como Sonia, que marchó por primera vez en su vida y halló compañeras dispuestas a arroparla.

“Es la primera vez que vengo y vine porque muchas veces había tenido ganas de venir, pero no me había atrevido porque tenía miedo de la represión policiaca. Este año decidí ser abiertamente feminista o bueno, ya era feminista, pero como de clóset. Vengo porque además hay tanta injusticia, tanta represión, violencia sistemática en contra de las mujeres, techo de cristal, violencia sexual. De hecho, vine sola pero me encontré estas chicas y pues empezamos a hacer clic y a hacer nuestros carteles juntas”.

Entre ese séquito también estuvo Faresha Rivera Yáñez, quien viajó desde Minatitlán, Veracruz, a alzar la voz por Adriana, mujer asesinada en el puerto, a quien no se le ha hecho justicia.

“Vengo a gritar el nombre de Adriana Beatriz López, es, era la prima de mi mejor amiga. A ella la mataron unos hombres a los que ella denunció por acoso y amaneció muerta en una maleta. Le arrebataron su voz, a sus hijos le arrebataron una mamá, a sus hermanas les arrebataron un pedazo de su corazón. Veracruz es un estado feminicida en el que las mujeres no estamos en paz. Por eso vengo a gritar aquí por Adriana y por todas las mujeres de Veracruz que vivimos con miedo, que somos víctimas de acoso. Nos falta Adriana y queremos justicia para Adriana, por favor”.

Ambas caminaron por Avenida Juárez, dieron vuelta en Eje Central y tomaron la calle 5 de Mayo, para dirigirse al destino final. Cada una iba acompañada de las suyas. Entre la multitud incluso había una niña de seis años tomada de la mano de su madre, quien dijo la llevó para que se diera cuenta de cómo las mujeres se apoyan unas a las otras.

Era su segunda marcha, la primera fue a los cinco años.

Al veinte para las tres, el zócalo recibió a las primeras manifestantes de aquella procesión. Entraron gritando una consigna contra las fuerzas de seguridad. Y de fondo, la Catedral les hacía eco.

Lo que no sabían es que después esa frase les daría la razón, cuando entre ellas tuvieran que protegerse de los gases lacrimógenos.

Porras y canciones aglutinaron a un ciento de manifestantes justo en frente del “muro de la vergüenza”, nombre que las feministas asignaron a las vallas metálicas para señalar a gobiernos de diferentes niveles que no pudieron protegerlas.

Desde una esquina, Nayeli observaba con sus dos hijas tomadas de la mano. Las tres estaban ahí para presenciar un momento que calificaron de “histórico”. Llevan dos años acudiendo juntas y lo hacen por convicción.

“Desde el año pasado estamos en estas marchas, para que ellas se den cuenta que la violencia no es normal. Esa parte que nos habían platicado desde niñas. Venimos a romper eso: el normalizar la violencia hacia las mujeres. Y también queremos a partir de ahorita crearle esa conciencia, de que se dé cuenta de que somos un país maravilloso en cuestión de políticas, pero tampoco te puedes quedar callada, tampoco te puedes quedar conforme, y ser indiferente a todo lo que está pasando”.

Su hija, Pamela, de 12 años, sonríe, o al menos eso parece por encima de su cubrebocas. Al preguntarle sobre su sentir, suelta una frase que no se escucha muy a menudo en el país:

“Me sentí segura y confiada de todas las mujeres que están aquí. Ahora entiendo porque se vienen a manifestar, por todas las niñas, por todas las chicas que han sido violadas y matadas. Hay muchas frases que son reales”.

Y apenas termina su oración Pamela, un rugido apaga su voz. El ruido estalla. Las flores tiemblan. Son las manos de cientos de mujeres que se unen en un solo clamor. Todas corren hacia “el muro” y lo palmean para ser oídas por el Presidente.

Bum, bum bum. Bum, bum, bum. Este es el inicio de la confrontación… Son las tres de la tarde.

QUE DESTROCEN TODO LO QUE QUIERAN

Ahora, junto al edificio del Banco de México el tono de la protesta aumenta. El contingente quiere derribar las vallas que encuentra a su paso, ya lo hizo antes en el Monumento a la Revolución, donde retiró las paredes de madera que resguardaban el elevador y quebraron el vidrio templado del suelo en la Plaza de la República. Entre ellas va la chilena Renata Style, quien hace protesta con el torso desnudo.

Martillos, tubos, pericos, marros, con ese arsenal las jóvenes integrantes del llamado “bloque negro” han avanzado a lo largo de Reforma y Juárez y, a su paso por 5 de Mayo, continúan el ritual de cada movilización: quebrar parabuses, fachadas de edificios y otro mobiliario urbano; a su paso hay un puesto que respetan, es de una vendedora de periódicos que dice tener más de 70 años.

Daniel Flores observa las escenas junto a su hermana de 10 años a quien llevó para que mirara la protesta:

“Que destrocen todo lo que quieran, que quemen y que hagan lo que deban hasta que se deje de matar a esas 10 mujeres al día. Creo que la lucha es legítima, creo que no solamente este gobierno, sino los anteriores, han dejado de escuchar y no les puedo recriminar nada siendo hombre, esto era necesario, hoy se están alzando y qué bueno”.

A las cuatro de la tarde el ánimo por quebrar vallas logró su cometido: quitar cuatro del “muro de paz” levantado frente al Palacio Nacional. Ellas se envalentonan, quieren tumbar más barreras. Detrás del vallado aguarda un contingente de policías, en su mayoría hombres, y en su misión ellas utilizan pintura en aerosol para improvisar sopletes y toman vallas y tubos para tomarlos en su ofensiva contra el muro.

Los policías responden lanzando espuma, cohetones, polvo de extintor en distintos colores y gases que provocan ardor en ojos y garganta entre las manifestantes; también les arrojan botellas con orines y balas de Gotcha que causan hematomas. A una mujer le dio en un ojo y tuvo que ser llevada al hospital. Después de las 5:30 de la tarde ya hay varias personas heridas.

En los choques, los policías retuvieron durante varios minutos a dos mujeres, una de ellas fue Nicole, de 25 años de edad, que tuvo que ser sacada con intervención de la Brigada Humanitaria de Paz Marabunta y una visitadora de los Derechos Humanos.

“Un policía me agarró, me jaló, yo estaba tratando de salir y entre todos los policías me empezaron a pegar con puñetazos, me patearon mis genitales, me tenían en el suelo, me hice bolita”.

‘EL OPERATIVO POLICIACO ROMPIÓ LOS PROTOCOLOS’

Está a punto de caer la noche y no ceden en ninguno de los dos bandos que iniciaron los choques. Alrededor de las 4:30 de la tarde las manifestantes siguen golpeando las vallas que están cerca de la Catedral y las que están por la calle Corregidora, de pronto entre el contingente de las mujeres sale un grupo con dos maniquíes y los quema frente a la puerta Mariana.

Después de las 7:00, personal de la comisión de Derechos Humanos capitalina forma un cerco de seguridad, la movilización empieza a dispersarse. El reporte de la Brigada Marabunta es de 50 personas heridas y 100 artefactos lanzados. Para el director de la organización, Miguel Barrera, el operativo policial ha roto los protocolos.

Pasan de las 8:00 de la noche. La mayoría de las mujeres se ha ido. Un grupo aún golpea las vallas colocadas frente a la Suprema Corte de Justicia y reciben de nuevo polvo de extintor, también de nuevo se van molestas, no esperaban este cierre para las movilizaciones del 8 de marzo.

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