Inicio Seguridad y Justicia ‘Aquí nadie te salva’… cárteles secuestran y esclavizan a jóvenes

‘Aquí nadie te salva’… cárteles secuestran y esclavizan a jóvenes

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Cárteles que operan en la sierra de Guerrero o en cercanías de Acapulco plagian a jóvenes para esclavizarlos en los campos de siembra de amapola

Vanguardia

El estado mexicano de Guerrero se ha convertido en una zona en donde prevalece el miedo. La pelea por el control de la entidad y la producción de drogas, ha originado que los cárteles recluten a jóvenes, ya sea por las buenas o por las malas.

De acuerdo con uno de estos muchachos, cuyo testimonio fue otorgado al periódico Reforma, fue secuestrado por integrantes de cárteles que operan en la sierra de Guerrero o en cercanías de Acapulco, para llevarlo a trabajar en la siembra y el procesamiento de amapola. Otros sirven para engrosar las filas de sicarios y “halcones”.

El joven de 23 años de edad y quien pidió omitir su nombre porque penden amenazas sobre su vida y la de su familia, era un estudiante que cursaba el último semestre en una facultad de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG). Tuvo suerte: logró huir de los campos de trabajos forzados del narco y relató al diario el infierno que se vive en la sierra guerrerense.

“Salíamos varios de una casa casi en la madrugada; caminábamos por el cerro durante dos horas y luego llegábamos al lugar donde nos obligaban a sembrar (amapola) vigilados por la gente armada”, relata.

El muchacho de 23 años, quien cursaba su último semestre en una facultad de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), fue privado de la libertad en marzo de 2019 en las calles de Iguala por varios hombres y luego trasladado a la sierra en Tlacotepec.

“Llegábamos a esa casa, a veces nos daban de comer puras sobras y caíamos rendidos para dormir”, refiere.

“Para que no me golpearan o torturaran yo le echaba muchas ganas a la siembra”.

Dice que era preferible trabajar en la siembra para evitar ser obligado a trabajar en un laboratorio donde se procesaba la droga (heroína y cocaína).

“Si me hubieran llevado ahí (al laboratorio clandestino) no sé que hubiese pasado conmigo; seguramente estaría enfermo por inhalar eso (la droga) o a lo mejor ya estuviera muerto”, señala.

“Pasé hambre, pasé frío; pasé todo tipo de torturas que pueda imaginar. Con personas que te están amenazando con las armas. Que se están drogando y bebiendo y que quién sabe cuándo perderán el control de sus emociones y se desquitarán contigo”, cuenta.

Sus vigilantes eran muchachos armados que andaban con rostro descubierto.

“Aquí vas a estar, aquí nadie te salva”, le decían al tiempo que le apuntaban con las armas.

Eran jóvenes de 20 años, algunos hasta 15 años.

“Tenían buenos celulares y siempre veía que adoraban a la Santa Muerte que la tenían en un nicho. Hablaban del desprecio que tenían a la vida humana y contaban cómo mataban a alguien como si no fuera nada”, rememora.

“Yo pesaba 65 kilos (120 libras), y cuando me encontraron (abandonado por sus captores en la sierra) tenía 40 kilos (88 libras)”, dice afligido.

Su padre, que le acompaña en la entrevista, indica que el secuestro le dejó secuelas.

“Mi hijo no recordaba nada de lo que pasó; cuando lo fui a rescatar a la Sierra apenas me reconoció”, afirma.

Con información de Reforma y La Opinión

 

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