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“¡Ya estoy aquí afuera!”: Melitón

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Pie de Página

Melitón, indígena mixteco de Oaxaca que fue liberado de la cárcel de Nogales, relata en entrevista sus 53 días encarcelado tras la detención de los agentes de la Guardia Nacional, que parecían tener intenciones que desconoce, pero distintas, a hacer justicia

Texto: Reyna Haydee Ramírez

Foto: Especial

Melitón responde con monosílabos. Tiene las palabras para expresarse en mixteco, muy pocas en español. Está contento, agradecido.

“¡Ya estoy aquí afuera!”, alcanza a decir detrás de la bocina del teléfono, en un tono por demás feliz.

Son unos 200 metros de las celdas a la calle, eso calcula Melitón. Llora en silencio y agradece, mientras va del susto a la alegría, de la confianza a la duda, de la incredulidad al llanto de felicidad.

El 31 de marzo pasado, atravesó un túnel, luego un puente, siempre detrás de un guardia del Cereso 2 de Nogales, municipio de Sonora, en la frontera con Arizona, Estados Unidos.

“Lo seguí hasta ajuera, no creía, estaba contento, quería ver mi esposa, mis hijos, agradecido, gracias a Dios decía, pensaba que él hace milagros de lo que uno no se imagina”, externó.

Y Teodosia Flores, su esposa, que tiene casi 25 años de casada, le ayuda a expresar sus sentimientos.

“También se sentía triste, porque había dejado a sus compañeros, él miraba que había mucha injusticia allá dentro de la cárcel, que hay gente inocente, miraba cómo abusan entre ellos, se quitan, las cosas. Él no sabía cómo explicar lo que vivió, los amigos que dejó”, dice ella emocionada.

Melitón, de 44 años, indígena mixteco, de Oaxaca, entró a la cárcel de Nogales el 8 de febrero. Tres agentes de la Guardia Nacional lo pararon un día antes en un retén de la carretera federal 2, en Santa Ana.

Los agentes aseguraron que no llevaba puesto el cinturón, le pidieron los papeles de su pick up NR300, Nissan, modelo 2016, blanca. Una hora después le dijeron que tenía reporte de robo.

Él los miraba incrédulo. Apenas en diciembre de 2020 se endeudó para comprar la camioneta; 138 mil pesos a cambio de construirle su casa a un migrante en Oaxaca. Ése era el trato verbal y hacia allá se dirigían él, su esposa Teodosia y sus tres hijos, procedentes de Vizcaíno, una comunidad rural del municipio de Mulegé en Baja California Sur, donde viven desde hace tres décadas.

El arresto de la Guardia Nacional fue el principio de una serie de abusos y discriminación que siguió ante un juez, un ministerio público y una defensora de oficio que simularon una audiencia de control donde lo vincularon a proceso y le impusieron la máxima medida cautelar y de mayor riesgo para alguien que nunca ha estado en la cárcel.

Melitón está convencido que los agentes de la Guardia Nacional tenían una intención que desconoce pero distinta a la justicia; primero, porque él sí traía puesto el cinturón de seguridad; segundo, cuando empezaron a revisar su camioneta se metieron incluso debajo de ella y tallaron y tallaron, revisaron varios números y después de una hora le dijeron que tenía reporte de robo.

“Abrieron el cofre, empezaron a lijar, con thinner, se empezó a ver una rayita y puras de esas, empezaron a inventar número de serie, hasta que encontraron uno, que coincidía con quién sabe qué.

“Para mí que sí inventaron el número, yo tenía puesto el cinturón, primero no pensé nada, porque el carro lo compré de buena fe, no tenía nada en la mente (de) que había algo mal de él, ¿usted cree que iba yo a poner en peligro mi familia por ese carro? Ninguna manera, porque nosotros sabemos cosas de Dios”.

Melitón.
“Cómo puede ser que yo haya comprado un carro que digan que es un carro robado si de buena fe lo compré, el señor con mucha confianza me lo vendió y eso fue lo que pasó”, agrega.

Melitón salió libre, horas después de que el presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció atender su caso y buscar su libertad tras conocer su historia.

53 días en la cárcel
Teodosia le traduce a Melitón. Cuenta que lo que vivió en la cárcel fue difícil. A los 18 días de su llegada lo cambiaron de celda, querían golpearlo, le robaron dinero, sus pertenencias.

“Los guardias, todo bien, y pues sí algunos de los amigos de la celda sí se apropiaban de las cosas, quitaban las cosas, pues sí hubo una ocasión, me quitaron un dinerito, pues dije ‘ni modo ya estoy entre medio de ellos y ¿qué iba a hacer?’, relata.

En la celda lo que hacía era leer la biblia. En la noche orar. Los compañeros de celda al verlo le decían:

El primer día, un compañero le regaló una cobija, otros lo miraban con desconfianza, él se refugió en la iglesia cristiana que había en el lugar y al final le pedían que orara también por ellos.

“También ora por mí, pues estamos en esto, a ver si con el tiempo cambiaban, ‘dicían (sic)’”, recuerda Melitón.

Al salir les regaló su cobija, su ropa y sorprendidos todos preguntaban cómo era que ya se iba.

“Les dije ‘no sé, rapidito hicieron eso, ya me dijeron que ya soy libre’. -N’hombre qué rápido nomás dijeron”, recordó.

Sin cenar
Melitón salió del Cereso a las 6:40 de la tarde. Y su familia y amigos ya lo esperaban con una cena de mariscos, de camarón, sus favoritos, propios de la península de Baja California Sur. Pero no cenó. Estaba emocionado de estar libre, muchas cosas tenía que contar.

“¿Sí cené? No cené, ¿verdad?”, pregunta Melitón a su esposa, “estaba emocionado, de ver a mis hijos, ni hambre me dio”.

“Estaba bien admirado de cómo Dios mueve las cosas, que abogaran por nosotros, Dios puso los medios, ahora ya estoy con ustedes, nos decía”, agrega Teodosia.

O quizá se acostumbró a que en la cárcel los dejaban alrededor de quince horas sin comer.

“Pasaba la comida, el desayuno a las 6 de la mañana, ahí nuestra celda, donde estaba los 18 días, luego volvía a pasar a las 10 y media, y luego después hasta las 2 y media creo.

-¿No había cena?

“¿La cena?, No pues era a las 2 y media ahí era todo, y luego hasta el siguiente día, 6 y media de la mañana.

“Los demás no decían nada, por eso también no se me ocurrió decir nada, a’nque daba hambre, pero nos aguantabamos”, cuenta Melitón.

Firma si quieres salir
El miércoles 31, Melitón estaba a medio servicio de la iglesia cristiana, cuando lo llamaron y le avisaron que a las 2 tenía cita en los juzgados.

Antes, a las 10 de la mañana, había hablado con su esposa unos breves minutos.

“Nos dieron siete minutos de vernos, no pudimos platicar, ella dijo tenemos una sorpresa, me dijo de una mañanera, pero ya se terminaron los minutos, yo me quedé con la duda, ¿qué era eso?, no entendí”, contó.

A las dos de la tarde lo llevaron a una sala de espera y esperó sin saber cuánto tiempo, hasta que entraron dos abogados de oficio Jazmín Hernández Gándara y otro litigante de quien no recuerdan su nombre.

“Llegó la licenciada y el otro licenciado, fue cuando me dijeron que si yo quería salir, le dije que pues que sí.

“‘Mira, lo que nosotros queremos es ya sacarte, ya ahorita’. No, pues necesito mi esposa, mi licenciado, y ellos dijeron: ‘Mira, si no firmas no vas a salir, tienes que firmar, firma para que puedas salir, para que tengas la libertad’, pues yo dije: pues está bien, lo que quería era la libertad.

-¿Supo lo que firmó?

“Yo pedí mi esposa, que alguien me interpretara, que me leyeran, pero tampoco me quisieron leer, ‘tú nomas di que sí, sí’, muy desesperados me dijeron ‘firma’, y que ‘el juez te va a decir así y así, tu le vas a decir que sí, y ya vas a estar libre’, no pues sí me dio gusto, para estar ahí cómo que no verdad? Fue por eso”, externa.

Después lo subieron ante el Juez.

“Ahí ya llegó mi esposa, y de ahí empezó la audiencia, entonces, diciendo que me decían que yo decía, me hacían señas que dijera que sí, y pues yo pues muy obediente dije que sí, verdad, y ya los jueces como que con mucha seriedad, ya no me hicieron como la primera vez, estaban bien serios, ya de ahí me dijeron, que ya quedé en libertad”, dice aún sorprendido.

Teodosia Flores cuenta que con lo poco que entendió, la nueva audiencia volvió a ser una simulación, como la del 9 de febrero, donde la Fiscalía, la defensoría de oficio y el juez vincularon a proceso y dieron prisión preventiva a una persona indígena, que no entendía bien el español, a quien le pusieron una falsa “perito traductora”.

Esta nueva audiencia estaba programada para el 10 de mayo,pero la adelantaron, tras conocerse el caso en la conferencia matutina del gobierno federal.

Teodosia cuenta que duró alrededor de media hora, primero obligaron a su esposo a firmar documentos, uno de ellos para revocar al abogado particular, que les había conseguido una asociación defensora de Derechos Humanos de Indígenas, para volver a nombrar como su defensora de oficio a Jazmín Hernández Gándara, quien de acuerdo con el ministerio público pidieron la libertad de Melitón con el compromiso de que firmara cada mes.

En la audiencia el Ministerio Público dijo que como no había interés de la parte ofendida y la Fiscalía de Puebla no tenía interés en colaborar, podían permitir que Melitón siguiera el juicio en libertad.

Cuando menos pensó, se acabó y le dijeron que saldría en un par de horas. Mientras los defensores intentaban convencerlos de que ya se fueran de Sonora, que si querían irse a Oaxaca o Baja California Sur podían hacerlo, incluso para que no gastaran podían arreglar que Melitón firmara en otro juzgado de esos dos estados.

Pero Melitón y Teodosia les respondieron que no, que se quedarán en Sonora hasta recuperar su camioneta porque están convencidos de que no es robada, de que existe dos series de vehículos, la de ellos y otra de otro vehículo, similar, pero modelo 2018, que sí tiene reporte de robo en Puebla.

“Nos humillaron bien feo, a nosotros, al abogado, y así rapidito hicieron eso, nos apuraban a irnos, tenía que firmar y ya era noche, después de que salió de la cárcel, pensamos que había que esperar a otro día, y ellos decían ‘no, ahorita, para que ya se puedan ir, está abierto, vamos a abrir,”, contó Teodosia.

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