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Xóchitl, de “cruzazuleadas” y gomitas

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ÉDGAR HERNÁNDEZ RAMÍREZ

Estrictamente, Xóchitl Gálvez no la “cruzazuleó” o no la puede “cruzazulear”, porque en realidad nunca ha estado arriba en las encuestas, nunca ha tenido la victoria en las manos y se le ha escurrido en los últimos minutos del juego por “apanicamiento”, falta de solvencia táctica o por errores groseros.

Quizá le acomode más el término “pueblear”, porque a pesar de vanagloriarse de su origen pueblerino jamás conectó con ese amplio sector de México, o bien, siguiendo las semejanzas futbolísticas, porque le ha sucedido como al club Puebla en los últimos años: llega a la Liguilla con mucho pundonor, con pinta de campeón, pero al final se desinfla y se queda en la orilla del camino.
Xóchitl presume que le va al Cruz Azul, pero como que tampoco le cuadra esa camiseta identificada más con la afición de las clases populares. Le sentaría mejor portar con orgullo la playera del América o del Mazatlán, por aquello de las alianzas con los poderes fácticos mediáticos que comandan Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas (alias el Tío Richi Ricón). O también pavonearse con un ostentoso ajuar deportivo del Tigres o Monterrey, ambos del estado de Nuevo León, sede de los grupos económicos más poderosos del país y cuna del antilopezobradorista número uno de México, Claudio X. González.
Entre indefiniciones de orígenes de clase, entre conflictos de identidad política (candidata ¿partidista o ciudadana?), entre ambigüedades ideológicas (trotskista, derechista, izquierdista, derechista), al final de cuentas Xóchitl resultó ser un producto político gelatinoso, sin la consistencia de una oferta sólida contra la 4T. Contenida en un molde partidista de orígenes antagónicos e incompatibles (PRI-PAN-PRD), el resultado fue un producto amorfo que se derritió como gomitas a las altas temperaturas del calor político de la contienda presidencial.

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