Pie de Página
¿Cuántas veces hemos escuchado que la familia es la base de la sociedad? Pero de qué modelos de convivencia se sostiene la sociedad si las familias son núcleo de riesgo hasta llegar a la violencia vicaria, la expresión más cruel del pacto patriarcal.
Mucho antes de que la cuarta ola feminista se colocara en las conversaciones cotidianas, el espacio doméstico históricamente recargado en las espaldas de lo femenino ya estaba al límite, quebrado.
El papel reservado a las mujeres para cumplir el rol “de lo que acontece afuera” como llama Maritza Duarte Alcantara en su tesis Resignificación de la paternidad: experiencias de crianza y cuidado de padres íntimos, de cliché y práctica cultural, brincó a emergencia nacional.
¡Ser buena mamá!, la mejor esposa y ejemplar cocinera siete días a la semana…o la empleada doméstica sin paga y amante prístina, son los roles de las madres que de incumplirlos, resultan juzgadas familiar, social y jurídicamente hasta arremeter con las hijas e hijos.
No cumplir la expectativa impuesta ha multiplicado un tipo de violencia que tipifica a las madres como las peores del mundo.
El encargado por el patriarcado de “corregir” a esas madres, es la pareja o el padre y la violencia vicaria es una forma de hacerlo.
Violencia vicaria es la que cuyo destino tiene un sólo género: las madres que son separadas de sus hijas e hijos por las ex parejas criminalizándolas; la violencia vicaria es desaparecer a los menores, corrupción judicial, parricidio y puede culminar en el feminicidio.
En Perimetral entrevistamos a seis mujeres sobre casos de violencia vicaria, para explicar lo que implica a una madre, defenderse de la crítica social, la violencia de pareja, el sistema judicial en pacto patriarcal y lo que atraviesan hasta rescatar a sus crías convertidas en botín.
La violencia inició antes de detectarla
Vivir en familia bajo el modelo impuesto de pareja tiene complicaciones en la convivencia, hasta transgredir las confusiones y los pleitos a violencias machistas.
La psicóloga Katya Berenice Ramírez Molina se refiere a todas las agresiones que las mujeres atraviesan antes de la violencia vicaria y sin darse cuenta: “cuando llegan al espacio terapéutico ni siquiera las consultantes logran mencionar sus relaciones como un espacio de violencia o amenazante”, señala.
Es hasta que hay un trabajo de nombrar las violencias machistas como la manipulación, coerción, violencia psicológica y física a la madre y que se ejercer a los hijos, hijas, que comienzan a identificar la violencia vicaria.
Enojo, groserías, jalones en privado o en público, y ellas se ponen alertas. Las entrevistadas cuentan cómo empiezan a defenderse, pero cuando esto inicia, se van, tienen que irse.
Sin embargo, el núcleo familiar las juzga de estar fuera de lugar “porque entendieron mal su papel en la familia”, comentan.
La sociedad clasifica la separación no promovida por el hombre como ilegítima.
Y no, ellas no tienen permitido poner un alto.
Cuando ellas son quienes promueven el divorcio, ellos ponen una postura de ¿Pero a ver muy fregona, a ver sal adelante sola, no? Cuando ellos buscan la separación ya por defecto están en el entendido de que tienen que entre comillas pagar por su libertad.
Maritza Duarte, especialista en Estudios Socioculturales
Dinero y posesión, lo que motiva la violencia vicaria
La separación de una pareja donde hubo hijas e hijos generalmente conlleva tres demandas civiles: divorcio, custodia y alimentos. En algunos casos son solo dos.
La mujer madre sale del entorno del agresor para mantenerse a salvo y a sus hijas e hijos.
Sandra Quiñónes, abogada especialista en temas de violencia de género, apuesta por desmitificar a las mujeres sacando adelante a su familia, por cómo se plantean las cosas.
Menciona que la sociedad insiste en poner el tema a blanco y negro: «mi mamá nos sacó adelante ella sola; eso es romantizar la violencia a la mujer por parte del vaquetón del papá y no, no es una santa, es una víctima«, afirma.
Y son víctimas de violencia económica que en algunos casos se vuelve vicaria, aunque no está reconocida socialmente ni tipificada como delito.
Violencia subregistrada
De acuerdo con cifras del Banco Estatal de Datos de Casos e Información de Violencia contra las Mujeres en Jalisco, en el 2018 se presentaron 798 denuncias por violencia económica y 792 por violencia patrimonial. Entre ambas suman el 30% del total.
Es decir, si ella y él de manera “civilizada” llegan a un acuerdo inicial, tradicionalmente las hijas e hijos viven con la madre de lunes a viernes y el fin de semana se van con el papá.
Pero como señala Wilfrido Salazar Rule quien es abogado, son las madres quienes se hacen cargo de los cuidados incluyendo la formación cívica y emocional o las llamadas de atención, pero sin una retribución.
Lo pone como desigual pues “siempre le toca a la mamá estar encima del niño, de la niña, diciéndole: haz tu tarea, recoge tu cuarto, ve por el mandado, lava los trastes y al papá digamos le toca la parte noble, la parte del esparcimiento, la parte de irnos al parque”, comenta el abogado experto en derechos humanos.
Separación con venganza
Los hombres “castigan” a las mujeres mediante el control económico por abandonarlos y ridiculizarlos socialmente al haberlos dejado; esa es la constante en los testimonios e historias recabadas.
Aunque ellos sean los proveedores por tradición, lo son pero desde un espacio seguro, sostiene Maritza Duarte Alcántara con doctorado en Estudios Socioculturales por la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
Al hombre se le enseña a trabajar, pero a trabajar para sí mismo; a la mujer se le enseña a las labores domésticas para los otros y ellas quedan en último lugar, entonces el tema aquí es que los hombres son extraordinarios proveedores, sí, pero de sí mismos. Cuando se disuelve el vínculo, ellos protegen el espacio doméstico porque es su espacio seguro donde él va a llegar siendo el rey y se le va a atender, cuando ese espacio seguro ya no es su espacio, entonces pierden toda responsabilidad y dicen: ahora mi casa es la casa de mi mamá, otra casa o la casa de mi nueva pareja.
La constante en las mujeres que entrevistamos, es que en el día a día añoran a una hija o hijo sin saber cuándo volverá, ni cómo está o en qué condiciones psicoemocionales se encuentra por la separación.
Hijas e hijos en riesgo bajo tutela del agresor
Claudia Angélica Rangel Martínez es psicóloga, perito estatal, federal, activista y acompañante de víctimas de violencia de género y abuso sexual infantil, le preguntamos por los traumas y daños provocados por la violencia vicaria y la venganza del padre.
A las mujeres que también vivieron la violencia con sus parejas, lo que más les preocupa es que esta violencia se reproduzca en sus hijos y sus hijas, este es el temor de las mujeres que están pidiendo a gritos de auxilio que los niños y las niñas regresan a ambientes sanos. Muchas mujeres incluso dicen, ¿sabes qué? si no está conmigo no le hace, pero que se vaya con la abuela con la tía, que la red de apoyo sea diversificada porque el agresor si tiene a los niños y las niñas es potencialmente propenso a tener conductas violentas.
Claudia Angélica Rangel Martínez, psicóloga y perito