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Va por México, la alianza desesperada de los desplazados del poder

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Contra Línea

La alianza Va por México es el nombre electoral de un acuerdo previo de la vieja nomenklatura mexicana, el Pacto por México, alcanzado entre los partidos PRI, PAN y PRD en el sexenio de Peña Nieto. El emplasto de organizaciones políticas con ideologías formalmente contrapuestas es auspiciado por un sector del alto empresariado mexicano y un grupo de políticos desplazados del poder que han visto obstaculizados negocios y privilegios, explican especialistas. No articulan un proyecto de país y no constituyen una oposición democrática; si como gobierno ya jugaban sucio, en la oposición están dispuestos a todo

La alianza de los viejos partidos del sistema político mexicano sólo pudo construirse a instancias de un poderoso sector empresarial activo políticamente, coinciden politólogos. No es la primera vez que los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD) actúan en un frente único. Lo vienen haciendo desde, al menos, 2012 cuando firmaron el Pacto por México en el inicio del sexenio de Enrique Peña Nieto. Las supuestas diferencias ideológicas se subordinan a un solo objetivo, el poder: no perder el que tienen, recuperar el que perdieron y reducir a quienes se los disputan.

El maestro en estudios latinoamericanos Aníbal García Fernández señala que es un poderoso grupo empresarial el que está detrás de esta alianza. La hizo posible “todo un grupo económico que está perdiendo con este gobierno, que no tiene las mismas facilidades para hacer negocios como antes, y que busca que su proyecto económico-político vuelva al gobierno federal”.

El especialista en grupos empresariales en México y América Latina explica que la figura “clave” es el empresario Claudio X González Guajardo, “no sólo por su capital económico, sino también por su capital político”, pues es el orquestador de una red que encubre los intereses del grupo empresarial que se fortaleció en los últimos 30 años.

Investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), García Fernández advierte que González Guajardo sólo es el que da la cara, pues la camarilla detrás de Va por México es “más amplia y fuerte”. Está integrada por otros prominentes como Antonio del Valle (Mexichem), Alberto Baillères (Grupo Bal) y Alejandro Ramírez (Cinépolis), quienes prefieren mantenerse ocultos y juegan un papel más importante aunque no sean nombrados por el presidente Andrés Manuel López Obrador en sus conferencias de prensa matutinas.

En este sentido, la red se aglutina más entorno al Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) que a la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), explica el también doctorante en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con líneas de investigación en políticas de desarrollo y en la relación de Estados Unidos con América Latina.

Esta coalición de partidos que, en el gobierno y la oposición, dominaron el escenario político por décadas es una extensión del acuerdo alcanzado instancias del alto empresariado mexicano en sexenios pasados. Ante la inminencia del triunfo de la izquierda electoral encabezada por Andrés Manuel López Obrador y su movimiento, comenzaron a actuar de manera conjunta. El Pacto por México permitió que el entendimiento alcanzado no sólo fuera tácito. La firma del acuerdo les permitió actuar de manera orgánica en el sistema político mexicano. Y sirvió de base para la serie de reformas que se emprendieron el sexenio pasado y que se caracterizaron afianzar el modelo neoliberal en el país.

Y es que formalmente, y según sus respectivos estatutos, los partidos que integran Va por México representan intereses y proyectos no sólo distintos sino, incluso, contrarios. El PAN claramente se define de derecha y se vincula al sector patronal y a la jerarquía eclesiástica. El PRD se asume de “izquierda” y a favor de los movimientos sociales. El PRI se dice de centro y heredero de la Revolución Mexicana. Lo cierto es que en el ejercicio de gobierno presentan escasas diferencias. Desde el sexenio pasado, juntos impulsaron leyes y políticas tendientes a la privatización del sector energético, la salud y la educación, por ejemplo.

Pero, sobre todo, hoy los partidos de la coalición Va por México están de acuerdo en algo: les urge que concluya el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y que Morena pierda el Congreso. Mejor aún, que se reduzca a una fracción testimonial en ambas cámaras.

Georgette Ramírez Kuri, investigadora del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe de la Universidad de Buenos Aires, explica que el grupo económico que auspicia la alianza de los viejos partidos del sistema político mexicano no quiere perder privilegios que históricamente ha amasado. En años anteriores utilizaron la alianza del PRI y el PAN, a la que luego sumaron al PRD, para “mantener una estructura política al interior del Estado en lo constitucional, en el Poder Ejecutivo y en las leyes que les permitiera incrementar su riqueza”.

Claudio X González, una de las cabezas más visibles que desde el sector empresarial impulsa el fin del actual gobierno, tiene claro el significado del proceso electoral en marcha: “Sería increíble, y aquí viene la tarea para todos nosotros, que perdieran [Morena] la mayoría simple, es decir, que no tuvieran el 50 por ciento de los diputados. Porque si no tienen el 50 por ciento de los diputados, queridos amigos, entonces ya no pueden pasar un cambio a la Constitución, no pueden hacer un cambio legal a cualquier ley. Y, por otro lado, el presupuesto, que es prerrogativa de la Cámara de Diputados, quedaría en manos de la oposición”.

Las palabras del empresario que articula la oposición de derecha en México entorno a organizaciones como MCCI y el Imco, fueron pronunciadas hace 3 semanas en una reunión con operadores de los tres partidos que integran Va por México. El video circula en redes sociales.

Georgette Ramírez Kuri señala que en la actual coyuntura electoral el proyecto del gobierno actual está en juego. La maestra y doctorante en Estudios Latinoamericanos por la UNAM explica que la oposición de derecha se aglomera en una alianza “sin sentido ético ni político aunque sí electorero”. Señala que sólo se entiende una coalición como la de Va por México si se considera que los partidos integrantes buscan “perder lo menos posible” de presupuesto, votantes, escaños en el Congreso y gobierno estatales. No hay otro proyecto, sino el de no ser desplazados del poder, aunque hayan perdido la confianza de la ciudadanía.

En los comicios federales del próximo 6 de junio se elegirán los 500 miembros de la Cámara de Diputados: 300 por mayoría simple y 200 por el principio de representación proporcional. Se trata de la renovación total de uno de los dos órganos que integran el Poder Legislativo federal. A partir del primero de septiembre constituirán la LXV Legislatura del Congreso de la Unión de México. La campaña electoral inició el 4 de abril y concluirá el 2 de junio, a 4 días de la votación.

En esa jornada también se celebrarán elecciones locales en las 32 entidades de la República. Estarán en disputa 19 mil 915 cargos: 15 gobiernos estatales, 1 mil 63 diputaciones locales, 1 mil 923 presidencias municipales, 2 mil 57 sindicaturas y 14 mil 222 regidurías. Los estados que elegirán sus respectivos gobernadores son Baja California, Baja California Sur, Campeche, Colima, Chihuahua, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas. Mientras, todas las entidades renovarán Congresos locales con las excepciones de Coahuila y Quintana Roo. Con razón, el eslogan del Instituto Nacional Electoral (INE) para promocionar el proceso electoral reza: “Las elecciones más grandes de la historia”.

Los principales contendientes son las coaliciones Va por México y Juntos Hacemos Historia. La primera fue presentada formalmente el 22 de diciembre de 2020, por los presidentes nacionales del PAN, el PRI y el PRD. La segunda está integrada por Morena, el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM). También resulta una amalgama inconsistente, con el “ecologista” neoliberal colgado del partido en el gobierno.

Los partidos que van por su cuenta son el de centro derecha Movimiento Ciudadano y los nuevos: Partido Encuentro Solidario, de derecha confesional evangélica; Redes Sociales Progresistas, de centro; y Fuerza por México, de centro izquierda.

El especialista en geopolítica latinoamericana Aníbal García Fernández explica que la alianza Va por México es la culminación de un proceso de desgaste muy intenso de los tres partidos que la conforman. Y surge para detener al obradorismo ahora que es gobierno. El grupo empresarial que la orquesta trató de detenerlo cuando estaba en la oposición. Incluso, la violencia generada por la simulada guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón se inscribe en ese esfuerzo.

Explica que para estos partidos los proyectos de gobierno y las ideologías quedan en segundo y hasta tercer plano, sobre todo para el PRD. Considera que el PAN está muy desgastado políticamente y ha quedado muy comprometido en términos electorales, pero mantiene su postura ideológica neoliberal de seguir abriendo la economía, beneficiar al sector empresarial nacional y extranjero e implantar un capitalismo tutelado por Estados Unidos. El PRI, menos beligerante, comparte desde hace al menos 30 años la misma visión.

El conflicto ideológico más difícil de justificar es del PRD, quien desde 2010 se partió en dos. Por un lado, la parte que finalmente se pasó a Morena y, por el otro, la encabezada por los Chuchos (por los liderazgos de Jesús Zambrano y Jesús Ortega) que se quedó con lo que quedó de ese partido. Desde hace más de 10 años este grupo no ha visto contradicción ideológica alguna en caminar con el PRI y el PAN. Su derrotero es pragmático y tiene una participación netamente electorera.

García Fernández detalla que, de hecho, de 2010 a la fecha, las alianzas en las que ha participado el PRD, sobre todo con el PAN, ya ha gobernado varios estados de la República. E, incluso cuando los candidatos militan en el PRD, el gobierno que desarrollan es de corte panista.

En efecto, uno de los ejemplos más elocuentes es el del aún gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, quien privilegió abiertamente los intereses del empresariado en la entidad y desató duras represiones contra estudiantes, maestros, médicos y campesinos.

Por ello, a nivel nacional no le fue muy difícil al sector empresarial organizar la Alianza por México. Los tres partidos que la componen, explica Aníbal García Fernández, ya venían actuando como una sola fuerza política. Incluso sus liderazgos son muy similares y no presentan grandes diferencias ideológicas. Hoy los dirigentes de los tres partidos bien podrían intercambiarse y seguir operando como sin nada: Alejandro Moreno Cárdenas, Alito, presidente del PRI; Marko Antonio Cortés Mendoza, del PAN, y Jesús Zambrano Grijalva, del PRD.

No son las diferencias tajantes de antaño entre personajes, por ejemplo, como Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos, como cabezas del PRI y del PAN, respectivamente, frente a Cuauhtémoc Cárdenas o el propio López Obrador como dirigentes del PRD entonces.

Hoy los tres partidos presentan un desgaste tan profundo que no han podido conformar un liderazgo político. Y su plan más estructurado es controlar una de las dos Cámaras del Poder Legislativo para hacer del Congreso de la Unión un contrapeso.

Para Georgette Ramírez Kuri, especialista en Geografía Crítica y Ciencias Sociales por la Universidad de São Paulo y en Geopolítica por el Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad Estatal de Rio de Janeiro, el problema para la alianza es que “carece de una propuesta construida o en construcción, tampoco cuenta con liderazgos de ningún tipo; ni político ni carismático”. Y desde el punto de vista de movilización social sólo pudo generar el Frente Nacional Anti AMLO (Frena), construido con “recursos poco éticos, falsas noticias, campañas de odio y censura”.

Desde el punto de vista electoral-democrático, explica, en estos momentos la oposición de Va por México tiene pocas posibilidades de ganar. Sin embargo, reconoce que esto puede cambiar, pues el gran problema de los gobiernos de izquierda en la región latinoamericana es que se enfrentan a clases altas que acaparan un gran porcentaje de la renta nacional y cuentan con los medio para hacer campañas en contra de los gobiernos democráticamente constituidos que no se pliegan a sus intereses.

“Las empresas multimillonarias han sido afectadas, por ejemplo, con políticas de mayor recaudación fiscal”. Las empresas que hoy están detrás de Va por México “estaban acostumbradas a no pagar impuestos desde hace décadas”; ahora deben hacerlo, así como tienen que pagar mejores salarios, ya no pueden abusar de la subcontratación laboral ni tienen asegurados contratos con el gobierno porque ahora la prioridad la tienen las empresas estatales. La reacción empresarial a estas medidas tiene como una de sus resultados la alianza va por México.

Silvina Romano, posdoctora por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM y por el Centro de Investigaciones y Estudios sobre la Cultura y la Sociedad de la Universidad de Buenos Aires, destaca que el actual gobierno mexicano llegó al poder por la vía democrática, después de varios intentos, y de fraudes que tuvo que padecer. No se puede esperar que la oposición de derecha vaya a jugar limpio ahora cuando no lo hacía ni cuando gobernaba.

La doctora en Ciencia Política por el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) explica que cualquier gobierno progresista en América Latina va a exacerbar las tensiones históricas en las sociedades. Pero México presenta un caso especial en el que se inscribe la oposición de derecha aglutinada en Va por México. “Son muy claras las tensiones generadas por una élite que política y económicamente se viene amasando entorno al neoliberalismo a partir [del sexenio de Carlos] Salinas de Gortari [1988-1994]; son muchos años”.

Se trata –dice la politóloga con líneas de investigación en integración, subdesarrollo y dependencia en América Latina, entre otras– de una élite que se fue renovando tanto en materia de negocios como en términos políticos. Siempre bajo una red institucional, familiar y social que, a diferencia de las elites de otros países de América Latina, cuenta con “una gran proyección internacional”.

Silvina Romano abunda: “Hay muchos ejemplos, porque está muy cerca de Estados Unidos. Es una élite que en términos sociológicos retoma un modo de vida americano absoluto, mandan a sus hijos a la escuela de allá y tienen su vida puesta allá”.

Pero su riqueza la obtienen de México y no les gusta que les condicionen sus negocios. Va por México sólo es la expresión electoral de un descontento que puede tomar otros derroteros.

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