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Tragedia humana: cien mil muertos por coronavirus en Alemania

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DW

DW relata el camino de soledad y sufrimiento hasta la despedida y muerte de un ser querido, un padre. Esta es solo una de las cien mil historias desgarradoras que la pandemia ha dejado en Alemania.

«Estoy segura, él se dio cuenta de que estábamos allí, aun cuando yo sólo podía acariciar su frente con el guante de plástico». Kerstin B. (nombre ficticio) se echa a llorar cuando relata la escena, en conversación con Deutsche Welle. En noviembre de 2021 se cumple un año de la muerte de su padre, de 83 años, en una clínica de Berlín, fallecido por coronavirus. Ahora, en el relato, las emociones vuelven a aflorar por el largo sufrimiento.

Kerstin B. vive en Düsseldorf y sus padres en Berlín. Al recibir la llamada de que su papá iba a fallecer pronto y que una última visita era posible, a pesar de estar enfermo de COVID, Kerstin B., la hija mayor, se debatió sobre lo que debía hacer. «Me dio todo igual: quería al menos despedirme de mi padre». Por la noche se subió al automóvil y condujo los casi 600 kilómetros que separan Düsseldorf de Berlín junto a su hijo. Ambos estuvieron, por apenas diez minutos, junto a la cama del hospital. «Nos cubrimos totalmente con plástico». Bata, guantes, gorro, gafas. «Un día después, falleció».

Ganas de comer de pepinos
El padre había acudido al hospital por un brote de tuberculosis, no tenía COVID. «Probablemente se contagió de un médico de la clínica», dice ella. Según cifras oficiales, la suya es una de las 100.000 muertes causadas por el virus, desde inicios de marzo del 2020, en Alemania. Cuando Kerstin B. cuenta la historia, revive el dolor. Pero también emerge la alegría de vivir de su padre. A veces, esta mujer de 58 años llora, otras veces se ríe sonoramente al describir las ganas de comer pepinos que tenía su padre la última vez que lo vio en el parque del hogar geriátrico.

Este maldito virus es diabólico. La gente se contagia por descuido o por casualidad, por encuentro y proximidad. Pero todos mueren solos. Ya se cuentan cien mil muertes. En el caso del padre de Kerstin B., la muerte llegó tras un largo sufrimiento. En diciembre de 2019, él se mudó a un hogar geriátrico en Berlín porque su mujer no podía atenderlo. Tres meses después, no se permitía el acceso al edificio donde vivía. Una vida «como en una celda solitaria», sin contacto con los demás residentes del hogar. «El sufrimiento por coronavirus es indigno e inhumano», dice la mujer.

Cien mil personas, la población de ciudades como Cottbus o Hildesheim
El padre de Kerstin B. es uno de los cien mil muertos oficiales por coronavirus. La misma cantidad de personas vive en Cottbus, por ejemplo. o Hildesheim. El país ha perdido cien mil individuos.

En abril de 2021, se celebró un acto ofical de recuerdo a los muertos por coronavirus. El presidente federal Frank-Walter Steinmeier tomó la palabra en la casi desierta sala de conciertos del Gendarmenmarkt en Berlín. «Estamos cansados de la carga de la pandemia y estamos desgastados de tanto discutir sobre la estrategia a seguir. Por eso también necesitamos un momento de recogimiento», dijo Steinmeier y habló de la «tragedia humana de la pandemia».

Para Kerstin B. y su familia, el lapso de tiempo entre la muerte de su padre y el entierro fue un viaje doloroso. Al principio le dieron una cita para sepultar la urna en enero. «Pero hasta entonces, habría habido muy poco tiempo para que toda la familia pudiera despedirse». Al final, el viaje a la tumba tuvo lugar en mayo.

Petra Bahr es la obispo evangélica de la región de Hannover. Para esta pastora de almas, cada muerte «representa la historia de una vida interrumpida». En entrevista con DW, Bahr califica de «escandaloso» el aumento de las cifras, «casi nos hemos acostumbrado a tomarlo con frialdad». Pero es importante ser consciente «de que no son los números los que mueren, sino las personas». Cien mil.

«Difícil de soportar”
A diferencia de la primera oleada, en la que la muerte de los individuos se percibía con mucha más intensidad, ahora parece que nos hemos acostumbrado a la tradedia. «Mueren mujeres embarazadas, mueren bebés, mueren jóvenes madres y padres. Básicamente, esta muerte, que parece interesarnos cada vez menos, está asociada a un número significativamente mayor de consecuencias, a un número significativamente mayor de penurias y sufrimientos, y también de vidas destruidas. Y concluye, apenada: «Lamentablemente, esto aún no ha terminado».

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