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Simón Pérez López, el activista que predicaba la no violencia y fue asesinado a sangre fría

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Animal Político

El expresidente de la mesa directiva de Las Abejas de Acteal animaba a los pobladores a organizarse contra la violencia en el municipio de Pantelhó, controlado por grupos armados. Ya había sido amenazado.

A Simón Pedro Pérez López lo estaban vigilando. Lo siguieron hasta el mercado de Simojovel, en los Altos de Chiapas, y le dispararon a la cabeza desde una moto. Se cayó ante los ojos de su hijo, bocabajo. Eran las 10 de la mañana del 5 de julio y el mercado estaba lleno de gente que se juntó alrededor de él, mientras su sangre se hacía charco.

Los asesinos de Simón Pedro Pérez López quisieron dar un mensaje. A la Sociedad Civil Las Abejas de Acteal, organización que integraba y que ha sido victima de desplazamientos forzados y de una masacre, la avisaron que al horror no hay fin. A los catequistas indígenas, les advirtieron que denunciar la violencia tiene un costo. A los luchadores sociales de todo México, que nadie está a salvo. Ni siquiera un servidor de la Iglesia que predicaba la no violencia.

Simón Pedro Pérez López era indígena tsotsil, tenía 35 años y siete hijos. Era catequista de la parroquia de Santa Catalina del Municipio de Pantelhó y en 2020 había sido presidente de la mesa directiva de la Sociedad Civil Las Abejas de Acteal, organización católica en la que se crió, pues su familia la integra desde la década de los 90.

El trabajo de Simón Pedro Pérez López ha sido clave para permitir el retorno a la comunidad de Los Chorros de unos 30 integrantes de su organización, que habían sido desplazados forzadamente en 2019. Era muy activo en denunciar la responsabilidad del Estado mexicano en la masacre de Acteal y en exigir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) la emisión de un informe de fondo sobre la matanza. En la entrevista que nos concedió en noviembre de 2020, contó cómo la excarcelación de las personas que habían sido sentenciadas por su responsabilidad en la masacre, y su regreso a la región, generaron miedo en la población.

“Evocarlo duele, pero hay que hacerlo”, dicen los compañeros de Simón Pedro, que siguen hablando de él en presente. Lo recuerdan como una persona callada, que se daba su tiempo para acercarse a los demás. Sabía leer muy poco, pero conocía los evangelios. Siempre afirmaba que traía su fuerza de las oraciones a la Madre Tierra y al cielo, y de su vestimenta tradicional de Simojovel, municipio del que era originario: solía llevar pantalones y camisa blanca, un morral y un sombrero de paja.

“Como catequista se había dedicado al acompañamiento de las comunidades de Pantelhó, haciendo oraciones para que la violencia que se vive la región se minimizara”, dice Rubén Moreno del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (CDH Frayba), que recuerda con cariño las reuniones con Simón Pedro en la cocina de Acteal, tomando café endulzado rodeados por el humo del fogón. “También animaba a los pobladores para que denunciaran, para que se organizaran frente a la violencia; la gente sí empezó a denunciar y a ubicar a los perpetradores. Simón Pedro había tenido amenazas debido a este trabajo. Allí tenemos el resultado”, afirma Rubén Moreno.

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