La Jornada
Ciudad de México. El telón se bajó para Héctor Bonilla, “el hombre de izquierda que fue muy derecho” en el homenaje póstumo que se rindió al histrión en el Palacio de Bellas Artes.
La tarde del lunes, retumbaron las tres llamadas que escuchó el actor – infinidad de veces- antes de apropiarse del escenario. Dos fotografías de Bonilla recordaron su rostro, pero su presencia estuvo intacta, en su adiós, con coronas de flores y alfombra roja.
El tributo comenzó después de las cinco de la tarde; los aplausos resonaron cuando la familia colocó la urna con sus cenizas sobre un pedestal en el vestíbulo del recinto donde el pueblo, amigos, familia, colegas y funcionarios encabezados por Alejandra Frausto, titular de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México acudieron a despedir al actor, productor y director quien tuvo una carrera “impecable” de más de cincuenta años.
La ceremonia que, de inicio, se vislumbró sombría y de respeto, con un minuto de silencio, devino en un alegre y emotivo recuento de su figura, vida y trayectoria. Hubo aplausos, palabras de aliento y muchos abrazos para los deudos. Hasta en su tributo, Héctor Bonilla generó un ambiente de amor, fraternidad y solidaridad.
También se expresaron palabras de admiración, se contaron anécdotas y diversos aspectos de su vida privada y pública, por parte de su viuda Sofía Álvarez y sus hijos Fernando y Sergio.
Los tres al borde del llanto, lo recordaron con amor y enaltecieron su labor como esposo, padre, abuelo, amigo y profesional. En conjunto leyeron un texto sobre el actor quien murió a los 83 años de edad, luego de dar batalla al cáncer de riñón durante cuatro años.
En dicha lectura, revelaron que fue incinerado con sus pants de los Pumas, que nació y murió en la Ciudad de México, que se fue en paz, pero su única preocupación fue que acompañaran a la señora Sofía Álvarez.
Expresaron: “Gracias por tu amor, ejemplo, trabajo, sensibilidad, carisma, sentido del humor, empatía, congruencia, irreverencia y talento. Gracias a ti vamos a estar bien”.
Su hijo Fernando reveló: “Se fue con absoluta tranquilidad porque no le debía nada a nadie, ni nosotros nos quedamos con nada por decir… la única preocupación fue que acompañáramos a mi mamá”.
Mientras Sofía Álvarez sostuvo: “Gracias por sus sonrisas, apapachos y abrazos hacia mi persona, pero sobre todo, gracias a tí Héctor por tu buen humor, por tu enorme esfuerzo y disciplina de todos los días; por tu inmenso amor a tus amigos, a tu profesión, a tu país, a tus hijos, nietos y a mí, pero sobre todo muchas muchas gracias por estos cuatro años extra que me regalaste”.
Sergio dijo sobre su progenitor: “Nosotros tuvimos la fortuna de no quedarnos nada y de decirle todo lo que lo amábamos y respetamos; tuvimos el tiempo para despedirnos, si es que eso se puede; mi padre también… aquí estamos padre amado honrándote una vez más y con el reto de aventarnos un clavado a tus más viejos ejemplos”.
En el tributo al histrión diversas personalidades del medio artístico, como Demián Bichir, Damián Alcázar, Evangelina Martínez, Arcelia Ramírez, entre otros, que acudieron a dar el último adiós al hombre “ejemplar, deportista, fiel aficionado de sus equipos, gran lector, de congruencia ideológica, un gozoso de la vida y un activista político, que además participó en infinidad de mítines, marchas y denunció injusticias”.
En el homenaje a Bonilla, hubo gritos de viva, palabras en el micrófono de sus amigos, familia y a quienes tocó con su carisma, además de la presencia del Coro de Madrigalistas de Bellas Artes y el Mariachi del Ballet Folclórico de México que lo despidieron con canto y música.
Alejandra Frausto, titular de la Secretaría de Cultura dijo: “Héctor, nuestro querido Héctor, cuántas veces no nos hiciste romper en llanto por tomar conciencia profunda de la existencia y sus dolores, porque conociste como pocos la vida, la historia y los personajes que encarnaste. Héctor Bonilla, fue mucho más: un líder natural, profesional, intachable, que pasaba de la teoría a la acción sin dudarlo; amigo solidario, generoso, preocupado siempre por el prójimo, fue un histrión inmenso y un ciudadano ejemplar… un hombre con un gran sentido del humor que nos regaló hasta en el epitafio que escribió: ‘Se acabó la función, no estén chingando. El que me vio, me vio. No queda nada’”.
Su talento, puntualizó, “ merece el homenaje que le rendimos aquí en el principal recinto de las artes de México, porque su legado no acaba con su partida”.
La ceremonia concluyó tras el paso de cientos personas y con el video de la canción Testamento, carta dedicada a Sofía Álvarez y sus hijos.