“Nosotros éramos también de esas personas que no lo creíamos y que decíamos que era mentira”, dice Estela, quien monta guardia afuera de un hospital en espera de noticias de su madre, de 71 años
Milenio
Desde hace quince días José Luis Muñoz dejó de salir a buscar pasaje. Involuntariamente su taxi se convirtió en la sala de espera para que su esposa esté al pendiente de la salud de su madre, Daniela Pérez, contagiada de covid-19.
Con su lámina rosa resplandeciente, el auto está estacionado desde hace horas frente a la puerta principal del Hospital General de Zona 1A Venados en la colonia Portales en la Ciudad de México.
En el interior, tres niñas juegan apretujadas entre los asientos, Araceli Vicente Pérez amamanta a su bebé de dos meses en la parte posterior del taxi, su hermana, Estela Vicente Pérez, desde el asiento del copiloto observa pasar a los médicos y ambulancias que transitan en el lugar.
José Luis decidió dejar su puesto frente al volante del taxi para bajar y pedir comida en el Come Móvil, uno de los camioncitos que el gobierno de la Ciudad de México transformó en comedores comunitarios y que está estacionado justo del otro lado de la calle.
“Luego nos quedamos aquí en el carro o luego nos turnamos, nos vamos”, dice mientras espera su turno en la fila.
[Foto: Javier Ríos]
A la familia Pérez, el techo del taxi les permite esconderse de los rayos del sol y de la lluvia. Los días de calor y chubascos complican el escenario a otros familiares que esperan afuera del hospital.
Ya los médicos les han dicho que vayan a sus casas, que les llamarán para darles el parte médico, pero algunos prefieren mantenerse en guardia a las afueras del hospital. La familia Pérez es de las familias que todos los días montan guardia anhelando una buena noticia. Esa mañana Araceli aguarda el momento en el que le indiquen que puede entrar al hospital a hacer una videollamada de tres minutos con su madre Daniela, una campesina oaxaqueña que está en muy mal estado de salud por el ataque del virus y porque durante toda su vida inhaló el humo de la leña quemada que usaba para cocinar.
Araceli teme que esa videollamada sea la última vez que vea a su madre. “Quiero decirle que le eche ganas si todavía nos puede escuchar y todavía está consciente, Dios quiera que sí logré salir de ésta”, dice desde el interior del taxi mientras arrulla a su bebé.
“Es muy triste y muy cansado todo esto al tener a nuestro familiar aquí internado. No podemos ni siquiera tomarla de la mano”, se lamenta Estela, quien narra que su madre lleva veinte días luchando contra el virus y ellos quince desde que la hospitalizaron, acompañándola desde el taxi.
La señora Daniela no quiso ser intubada y prefirió tratar de respirar por sí misma hasta su último aliento. Este viernes en la madrugada falleció, sus pulmones no resistieron más el ataque del Covid.
“Nosotros éramos también de esas personas que no lo creíamos y que decíamos que era mentira”, dice Estela tratando de prevenir a otros.
Ahora el taxi de José Luis ha vuelto a buscar pasaje por las calles, mientras la familia enfrenta el duelo de haber perdido a su madre.