La UNICEF —el organismo de las Naciones Unidas abocado a la niñez— dice que los progresos de los últimos tiempos en la lucha contra el trabajo infantil corren peligro de ser anulados por la pandemia y por primera vez en 20 años podría registrarse un aumento en la cantidad de menores que trabajan. La ONU advierte que millones de niños pueden verse explotados y realizando trabajos peligrosos. El cierre de las escuelas, señala, agrava el problema.
Sin Embargo
NAIROBI (AP) — Las muchachas adolescentes no recuerdan con cuántos hombres durmieron en los siete meses que pasaron desde que el brote de COVID-19 obligó a cerrar las escuelas, ni cuántos de esos hombres usaron protección.
Cuentan que a veces fueron violadas y golpeadas cuando pidieron que les pagasen —apenas un dólar a veces— para ayudar a sus familias en momentos en que los trabajos se evaporaban por la pandemia.
En el cuarto que alquilan en la capital keniana, las niñas dicen que no piensan demasiado en el peligro de contraer el coronavirus o el VIH cuando lo que cuenta es la supervivencia.
“Si consigues cinco dólares en la calle, es como su fuese oro”, afirmó una muchacha de 16 años en la pequeña cama que comparte con chicas de 17 y 18 años que describe como sus “mejores amigas para toda la vida”. Entre las tres pagan los 20 dólares que cuesta el alquiler en un edificio en el que todos los cuartos los ocupan trabajadoras sexuales.

Irene Wanzila, de 10 años, pica piedras en la cantera donde trabaja con su madre y sus dos hermanos en Nairobi el 29 de septiembre del 2020. Foto: Brian Inganga, AP
La UNICEF —el organismo de las Naciones Unidas abocado a la niñez— dice que los progresos de los últimos tiempos en la lucha contra el trabajo infantil corren peligro de ser anulados por la pandemia y por primera vez en 20 años podría registrarse un aumento en la cantidad de menores que trabajan. La ONU advierte que millones de niños pueden verse explotados y realizando trabajos peligrosos. El cierre de las escuelas, señala, agrava el problema.

La madre de Nassur, Ann Mungai, de 45 años, tampoco ve nada malo en que su hijo la ayude a mantener a la familia.
“Cuando empezó a trabajar me di cuenta de que era algo positivo porque no se quedaba haciendo nada en casa o con juegos que no lo ayudan en nada”, declaró.
“Cuando va a trabajar, gana dinero que nos ayuda mucho. Y se compra ropa”.
Phillista Onyango, quien dirige la Red Africana para la Protección y Prevención del Abuso y el Abandono de Menores”, dice que, al no funcionar las escuelas, muchos padres de barrios pobres prefieren que sus hijos trabajen a que se queden en casa y corran peligro de caer en las drogas o la delincuencia.
Las tres amigas que comparten un cuarto dicen que esperan no tener que prostituirse toda su vida, pero al mismo tiempo afirman que es poco probable que vuelvan a la escuela.

Miriam Nyambura instruye a su hijo Peter Kihika, de 16 años y quien quiere ser maestro, pero que trabaja recogiendo metales en un vertedero para ayudar a la familia. Foto: Brian Inganga, AP
“En nuestros barrios éramos niñas ejemplares”, dijo la de 16 años. “Allí, si llegas a los 16 años sin haber quedado embarazaday vas a la escuela, has triunfado. No habíamos quedado embarazadas y estábamos a esto de completar la secundaria y de hacer historia”.