Contra Línea
Roma, Itaia. Los plásticos que degradan el ambiente no sólo forman grandes islas contaminantes en mares y océanos, sino que cubren buena parte de las superficies agrícolas, señaló un nuevo estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés).
Las cadenas de valor agrícolas en el mundo utilizan anualmente 12.5 millones de toneladas de productos plásticos, y otros 37.3 millones de toneladas son empleados en el envasado de alimentos.
Por sectores, el agrícola y el ganadero son los que más productos plásticos utilizan de forma conjunta, con 10.2 millones de toneladas métricas (TM) anuales, mientras que la pesca y la acuicultura usan 2.1 millones, y la silvicultura 200 mil TM.
Por regiones, Asia encabeza el uso de plásticos destinados a la producción agrícola, con casi la mitad del consumo mundial (5.2 millones de TM sólo en China). Sólo en películas de cobertura la Unión Europea consume 1.7 millones de TM al año y América Latina 240 mil TM, en primer lugar en Brasil.
Aunque el uso generalizado de plásticos en la agricultura contribuye a su productividad –como la cobertura de suelo que reduce el crecimiento de las malas hierbas y la necesidad de plaguicidas, fertilizantes y riego–, también crean múltiples problemas cuando llegan al final de su vida útil.
La FAO subraya que la diversidad de productos químicos y aditivos mezclados en los plásticos dificulta su tratamiento y reciclaje, y que de los 6 mil 300 millones de toneladas de plásticos producidos hasta 2015, casi 80 por ciento no se ha eliminado correctamente.
Además, los plásticos de menos de 5 milímetros, los microplásticos, presentan riesgos específicos para la salud de los animales, y estudios recientes también detectaron rastros de partículas microplásticas en las heces y las placentas humanas.
Aunque la mayor parte de las investigaciones científicas sobre la contaminación por plásticos se ha centrado en los ecosistemas acuáticos, especialmente en los océanos, los expertos de la FAO sostienen que los suelos agrícolas reciben cantidades mucho mayores de microplásticos.
El estudio propone buscar un balance entre costos y beneficios, previendo que, a falta de alternativas viables, la demanda de plásticos en la agricultura y la alimentación seguirá en aumento.
Por ejemplo, se prevé que la demanda mundial de láminas para invernaderos, acolchado y forraje aumentará en 50 por ciento, al pasar de los 6.1 millones de toneladas consumidas en 2018 a 9.5 millones proyectados para 2030.
Por ello el informe “sirve como un llamado a una acción coordinada y determinante que permita la aplicación de buenas prácticas de gestión y frene el desastroso uso de los plásticos en todos los sectores agrícolas”, resaltó la directora general adjunta de la FAO, María Helena Semedo.
Lo bueno, lo malo y lo feo
El análisis recuerda que los plásticos abundan desde su introducción generalizada en la década de 1950 y, en la actualidad, es difícil imaginar la vida sin ellos.
En la agricultura, los productos plásticos contribuyen en gran medida a la productividad. Las películas de cobertura, por ejemplo, se utilizan para cubrir el suelo a fin de reducir el crecimiento de malezas y la necesidad de plaguicidas, fertilizantes y riego.
Las películas y redes de túneles e invernaderos protegen e impulsan el crecimiento de las plantas, amplían las campañas agrícolas y aumentan los rendimientos. Los revestimientos de fertilizantes, plaguicidas y semillas controlan la tasa de liberación de productos químicos o mejoran la germinación.
Las protecciones de árboles abrigan los plantones y plántulas jóvenes contra daños de los animales, y proporcionan un microclima que potencia el crecimiento.
Además, los productos plásticos ayudan a reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos y mantienen sus cualidades nutricionales a lo largo de numerosas cadenas de valor, por lo que mejoran la seguridad alimentaria y reducen las emisiones de gases de efecto invernadero.
Lamentablemente, las mismas propiedades que hacen que los plásticos sean tan útiles crean problemas cuando llegan al final de su ciclo previsto.
La diversidad de polímeros y aditivos incorporados en los plásticos dificultan su clasificación y reciclaje. Como son productos manufacturados, existen pocos microorganismos capaces de degradar los polímeros, lo que significa que, una vez en el medio ambiente, pueden fragmentarse y permanecer allí durante decenios.
Una vez liberados en el entorno natural, los plásticos pueden causar daños de varias maneras. Se han documentado debidamente los efectos de grandes partículas de plástico en la fauna marina.
Cuando esos plásticos comienzan a desintegrarse y degradarse, sus efectos empiezan a observarse a nivel celular, de modo que afectan no solo a organismos individuales, sino que pueden perjudicar a ecosistemas enteros.
La FAO recomienda buscar soluciones basadas en el modelo de “seis erres”: rechazar, rediseñar, reducir, reutilizar, reciclar y recuperar.
También se aconseja elaborar un código de conducta voluntario que abarque todos los aspectos relacionados con los plásticos a lo largo de las cadenas de valor agroalimentarias, e incrementar la investigación, especialmente sobre los efectos en la salud de los microplásticos y los nanoplásticos.