Juan Guillermo Figueroa, académico en El Colegio de México y experto en salud y masculinidad, explora las desventajas de los roles impuestos a los varones
El País
Los roles de género nos afectan a todos: hombres y mujeres. La ola feminista ha puesto sobre la mesa las desigualdades y la estructura patriarcal que sufren ellas a diario en todos los ámbitos. Los estereotipos y la historia las han encorsetado en el rol de cuidadoras, madres y subordinadas. No obstante, los hombres también son víctimas de estos parámetros. Juan Guillermo Figueroa (Ciudad de México, 64 años), investigador de El Colegio de México desde 1994, lleva más de 20 años analizando las sombras y el otro lado del hombre privilegiado. Este jueves ha participado en el foro La nueva masculinidad, organizado por EL PAÍS y la Cadena SER. En el acto ha insistido en recordar que la esperanza de vida es más baja en varones que en mujeres y ha acuñado el descuido masculino como “negligencia suicida”. “¿No les parece una estupidez morir por ser hombre?”, reflexiona el escritor de La fragilidad de los invulnerables.
Pregunta. ¿A qué llama usted ‘negligencia suicida’?
Respuesta. Una de las cosas que nos hemos dado cuenta al estudiar la salud de los hombres es que se mueren más veces por prácticas aprendidas que por enfermedades. Los datos revelan que hay una mayor temeridad; una búsqueda intencionada de situaciones de riesgo por el hecho de ser hombres. Cuando asumes que hay que pelear físicamente cuando alguien te enoja, cuando tienes que demostrar tu hombría y ser muy macho, cuando tienes que consumir alcohol para ser hombre… te expones a un mayor número de riesgos. Hay una alta incidencia de muertes por violencia en hombres. Y la violencia no es una enfermedad, es un aprendizaje. Y esto también repercute en el autocuidado. Como hombre, no te cuidas intencionalmente porque buscas que otros te reconozcan como muy hombre, por ser temerario y osado. Los modelos de masculinidad son un factor de riesgo para la salud de los varones. Así nos convertimos en negligentes con nosotros mismos.
P. ¿Y cómo se hace para desaprender esos roles?
R. Si yo tuviera la receta, ya sería famoso. [Risas] Pero una de las claves tiene que ver con invitarnos a ver en un espejo lo que estamos haciendo con nosotros mismos. Y tomar conciencia de que hay ciertas desventajas en la manera en la que aprendimos a ser hombres. Cuando tú a un chico le dices que se está descuidando te responderá: «¡De algo me tengo que morir!». Y por eso fuma, y bebe y por eso se droga. Se puede desaprender a través de hacer evidente las consecuencias negativas de lo aprendido. Jean-Paul Sartre decía: si bien no soy responsable de lo que la sociedad hizo conmigo, sí soy responsable de lo que hago yo con lo que la sociedad me dio.
P. ¿Y usted cree que los hombres están en esa lucha de desaprendizaje?
R. Yo no me atrevería a decir que hay un movimiento de hombres, pero hay muchos hombres en movimiento. Cada vez hay más sujetos masculinos trabajando este tema. Vengo de participar en el congreso Iberoamericano de masculinidad, acabo de estar en el séptimo congreso en Costa Rica, en México estuve en el décimo… cada vez hay más hombres repensando. Que los hombres heterosexuales creen un movimiento podría sonar osado, porque parece ellos solo tienen privilegios. Pero lo que tratamos de hacer en estos círculos es ver que no es así. Antes hablábamos de la salud, pero no es solo eso. ¿Qué tiene de privilegio no poder mostrar libremente tus emociones? Pretendemos evidenciar que también tenemos desventajas. No podemos seguir pensando que las únicas violentadas son las mujeres.
P. ¿Iguala usted estas desventajas con las de las mujeres?
R. Para nada. No tengo ninguna intención de competir o compararnos con las de las mujeres. Pero yo me pregunto, si nosotros tampoco lo estamos pasando muy bien, ¿por qué no lo manifestamos y demandamos cambios sociales para cambiarlo?
P. ¿De qué cosas se están privando los hombres al asumir su rol?
R. La paternidad. Parte de mi bienestar y equilibrio es convivir con mis hijos. Y para disfrutar de mis hijos tengo que cuestionarme el modelo de masculinidad, que dice que los hombres trabajan y las mujeres están en su casa con ellos. Los permisos de paternidad son muy desiguales entre hombres y mujeres porque se asume que el padre no tiene que recuperarse del parto. Pero los permisos están para acompañar en el crecimiento del sujeto. Yo sí creo que hay que desaprender pero visibilizando qué es lo que te vas a perder si no cambias el modelo de masculinidad. Otra de las desventajas de los hombres es que hemos reprimido el verbalizar lo que vivimos.
P. ¿Es esa la fragilidad de los invulnerables?
R. Soy frágil porque me creo invulnerable. Y por eso no me protejo ni me cuido. Eso me vulnera. Alguien que se cree un superhéroe, no va a entender nunca por qué es importante prestar atención a sus síntomas.
P. ¿Y cuál es el papel de las mujeres en ese empoderamiento masculino?
R. Es un papel colectivo. Tenemos que trabajar en los dolores de género. La historia es: ¿cómo hacer para sanarnos con la historia sin competir los dolores de unos y otras, pero reconociendo que existen los de ambos?