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Leydy Pech: Monsanto sigue impune con la soya transgénica

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La jornada

Ciudad de México. Leydy Araceli Pech, indígena maya, heredó de su abuelo el trabajo con las abejas meliponas, “no sólo es producir miel, sino que es una cultura y una forma de vida”. Vio que en su localidad, en Hopelchen, Campeche, empezó la deforestación, contaminación del agua y sus abejitas morían. La causa: el cultivo de la soya transgénica de Monsanto y el uso de agroquímicos. Entonces comenzó una batalla por detener la degradación ambiental. A pesar de triunfos legales, “veo que el deterioro no se detiene”, señala. Esta lucha la hizo merecedora del premio Goldman de Medio Ambiente.

Las abejas no sólo están para la producción de miel, sino también de los alimentos con la polinización y ayudan a preservar las plantas medicinales, argumenta en entrevista. Confía en que este reconocimiento dé visibilidad a la problemática de su localidad, que está en la zona más deforestada de México, y donde se mantienen los cultivos de transgénicos en la ilegalidad, “estamos en un país donde las sentencias no sirven para nada”.

Pech es cofundadora de la organización Muuch Kambal y participa en el Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes, que desde 2012 comenzó a atacar legalmente los permisos otorgados por la Secretaría de Agricultura a Monsanto para el cultivo de soya transgénica en 235 mil hectáreas, los cuales fueron cancelados en 2014 por un juzgado debido a que se violó el derecho de los pueblos originarios a la consulta establecido en el convenio 169 de la OIT. En 2015, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó al gobierno federal que realizara la consulta respectiva a los indígenas, pero no se ha hecho.

–¿Qué la motivó a luchar contra la soya transgénica?

–La muerte de las abejas. La pérdida del conocimiento sobre ellas. Forman parte de nuestra identidad cultural, si ellas desaparecen ¿qué pasa con el conocimiento y la cultura? Hay una disminución de las abejitas por el cambio de uso de suelo. En lugar de bosques hay grandes extensiones de cultivos de soya. También con la llegada de menonitas al municipio. No comparten la forma en que yo valoro mi territorio, miro y me relaciono con el medio ambiente. Se generó una confrontación de ideas y cultura. Esto nos ha llevado a organizarnos y defendernos.

–¿Esta lucha contra el cultivo de soya ha dado resultados?

–Uno de estos resultados es el reconocimiento con el premio Goldman. Es compartido con muchos: academia, organizaciones, comunidades aliadas de la península, de otros estados y de otros pueblos indígenas. Es un día histórico por su trascendencia. Nos da la posibilidad de visibilizar los problemas que se enfrentan en Hopelchen y en otros territorios indígenas de la región.

“Monsanto es una parte del problema y la otra gran parte es responsabilidad del modelo de desarrollo que se establece en las comunidades y que quiere cambiar la vida de los pueblos indígenas. El caso de Hopelchen es una lucha de más de 10 años. Combatimos los permisos otorgados a la transnacional, que trajeron grandes afectaciones al agua, deforestación, muerte de abejas, pérdida de biodiversidad. Es algo que sigue sucediendo hoy en día.

“En 2015, la Corte ordenó la consulta pública, pero no ha concluido. El gobierno pasado no aceptó nuestra propuesta de que la consulta fuera vinculante. Con la nueva administración hubo dos reuniones y tampoco estuvo de acuerdo. No existe la voluntad de avanzar, no se reconocen nuestros derechos”.

–¿Qué pasa con los cultivos?

–Monsanto sigue sembrando la soya transgénica. Ha aumentado la cantidad de hectáreas y el uso de plaguicidas. Somos fumigados con avionetas, con productos altamente tóxicos, el agua está contaminada. Ha habido muerte masiva de abejitas, se ha reducido el volumen de producción de miel, se rumora que ya tenemos también el maíz transgénico. Miramos cómo el problema cada día se va agravando.

“Todo se está haciendo en el marco de la ilegalidad: las siembras, la deforestación, las pistas de las avionetas, la perforación de pozos. Estamos en un país donde las sentencias no sirven de nada, las cosas siguen fluyendo así y hay impunidad. Es la gran realidad en nuestro país. Como colectivo, como comunidades mayas, lo que hacemos es defendernos y luchar contra el modelo de desarrollo que tenemos.

“Muchas decisiones como la consulta son un mero trámite. Es una simulación, para decir ‘ya les entregamos la consulta’. Y lo demás continúa igual. Esto es grave y pasa no sólo en nuestro municipio, sino con otros proyectos en la península”.

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