Durante el gobierno de Javier Duarte desaparecían, en promedio, 28 mil pesos por minuto de las arcas públicas
Sofía Viramontes/GatoPardo. Según las cuentas de Arturo Ángel, durante el gobierno de Javier Duartedesaparecían, en promedio, 28 mil pesos de las arcas públicas por minuto. Eso significa que bajo su mandato en Veracruz se desviaron 73,000 millones de pesos provenientes de recursos públicos, y para lograrlo, el gobernador engañó a muchos inocentes.
Un día, una persona que trabajó con el gobernador Duarte en la Secretaría de Finanzas se comunicó con un colaborador de Animal Político y les dio el nombre de algunas de las empresas involucradas en uno de los desfalcos más grandes sobre los que se tiene registro en el país. “Hemos simulado varias cosas, pero esto ya excede cualquier situación”, dijo el exfuncionario cuando decidió recurrir a la prensa. Arturo Ángel comparte la anécdota en entrevista para Gatopardo.
Esa pista dio inicio a una serie de investigaciones que desembocaron en la publicación de los extraordinarios reportajes La estafa maestra, y Las empresas fantasma de Veracruzen Animal Político, y el libro Duarte: el priista perfecto de Ángel. En ellos se revela la forma en que el gobierno estatal desviaba recursos a través de universidades, quimioterapias falsas y una red de instituciones y empresas ficticias, todo bajo el consentimiento del que alguna vez Enrique Peña Nieto presumió como “el ejemplo de la nueva generación del PRI”.
Arturo Ángel fue uno de los periodistas que se encargó de la investigación detrás de Las empresas fantasma de Veracruz. Después de publicarla decidió que había mucho más que contar al respecto y comenzó a escribir el libro que publicó a finales del 2017. En él habla, no sólo de cómo operaba el exgobernador, sino de la gran razón por la que pudo robarse todos esos millones: el sistema político mexicano. El periodista define este libro como un balance de dos años de investigación periodística, en el que logró ponerle nombre y apellido a los involucrados.“Qué abogado, qué contador en el sector privado, qué despacho fue el que creó esta red de empresas que usó el gobierno de Veracruz. Son datos importantes porque, como lo dice un especialista en el libro, si no vamos en contra de la red, los gobernantes van y vienen, pero la corrupción sigue”, dice Ángel.
Su investigación constó de dos partes fundamentales: la primera parte fue una labor de escritorio, revisar todos los contratos a los que se puede acceder a través del programa de transparencia. “Si tú buscas, no importa en qué estado, encuentras que ya hay denuncias […]”, explica. “Y sino, basta con meterse a los documentos de las contrataciones de todos los gobiernos, que por ley son públicos”. La segunda parte, después de haber verificado todo lo posible, e identificar los cabos sueltos, fue ir a conocer a la gente que las licitaciones nombraban como ganadores, supuestos dueños de empresas establecidas.
Hasta ese punto estaba claro que miles de millones de pesos habían sido robados, pero la única evidencia eran números en una computadora, el resto estaba en el aire. Ángel llegó a Veracruz después de un año de trabajo de investigación documental para encontrarse con personas que pudieron comprobar que no recibieron ni un sólo peso de esas licitaciones. Fue hasta ese momento que el periodista se dio cuenta del impacto real que Duarte estaba teniendo en la sociedad.
Durante esta entrevista contó la historia de tres mujeres a las que visitó en Veracruz. La primera fue Concepción Escobar, una señora de 65 años prácticamente ciega. Tres años atrás unos “licenciados” le prometieron entre mil quinientos y dos mil pesos para una cirugía de cataratas. “‘Y hasta me pusieron una tarjetita sobre la hoja, para que yo tuviera claro donde firmar’, le compartió. Así de fácil la hicieron dueña de una empresa. Por supuesto no le dieron ni uno solo de los millones adjudicados a su nueva compañía, y tampoco lo que necesitaba para su operación.
También habló de Martha Rodríguez, quien dentro del libro inaugura el segundo capítulo, el de “Las empresas fantasma”.
–Señora Martha, tengo aquí un documento que asegura que usted es dueña de una constructora que le ha vendido cemento y materiales al gobierno de Veracruz por un monto de 8 millones de pesos. ¿Es usted Martha Rodríguez Hernández, nacida en 1956?– le preguntó Arturo Ángel, a lo cual la señora contestó:
–Sí, ésos son mis datos, pero dígame, ¿cree que si yo tuviera una empresa que vende cemento no se lo pondría a mi casa primero? Mire cómo está… Yo soy cocinera.
El periodista describió en libro la casa de la señora Rodríguez Hernández con techo de lámina, en la colonia Las Amapolas, a las orillas de Boca del Río, “lejos de los fraccionamientos exclusivos y del ajetreo vial del colindante puerto de Veracruz, en un asentamiento irregular en el que el agua potable y los servicios básicos siguen siendo un lujo”. Sin embargo, en el reporte de egresos del estado de Veracruz, su nombre aparece como la principal accionista de la constructora y comercializadora Mogarver S.A. de C.V., una empresa que supuestamente había vendido materiales de construcción al gobierno estatal como parte de un programa para reforzar viviendas endebles.
Arturo Ángel prefirió no dar el nombre de la tercera persona que mencionó en la entrevista. Lo que contó fue su indignación, la razón por la que llegó a firmar unos papeles sin saber que le estaba robando al resto de la población, y bueno, a ella misma. “Si a mi me dicen que me van a dar 200 pesos cada vez que ponga una firma en un papel y además me van a dar 500 pesos al mes para ayudarme a pagar la luz y eso, ¡pues claro que le voy a entrar, no tengo ese dinero!”, le confesó al autor del libro. “Es muy impactante cómo se aprovechan de las necesidades de las personas”, dice el periodista.
Como esas historias hay muchas más. Lo peor, es que muchas de estas personas son las que suelen terminar en la cárcel.