Sandra Calixto, de 25 años, olvida el miedo y mantiene impecables los cristales de inmuebles para llevar sustento a su pequeña hija
El Universsal
A diferencia de muchas personas que le temen a las alturas, Sandra se siente libre, relajada y segura a 140 metros de alto. Ahí admira paisajes que no todos los capitalinos pueden ver.
Aunque la primera vez sintió un cosquilleo de nervios en el cuerpo, se percató de que estar en las alturas la hacía sentirse empoderada, segura de sí misma y orgullosa de hacer las mismas actividades que un hombre.
Sandra Calixto Albino tiene 25 años, es madre soltera de una pequeña de cuatro, vive en Puebla y trabaja limpiando los cristales que forran los grandes edificios de varias ciudades.
Hoy le tocó la emblemática Torre Manacar en la Ciudad de México. La adrenalina que le despiertan las alturas y la responsabilidad de llevar dinero a casa para su hija, se acompañan a diario de su equipo de seguridad: un arnés que tiene mosquetones de acero para anclarse; cintas y puños para hacer ascensos, además de dispositivos de seguridad en caso de algún accidente.
El equipo tiene un peso aproximado de entre tres y cinco kilos, más los 20 que pesa un bote que lleva consigo para realizar su labor.
Esta sensación de “libertad” arriba de la torre que se encuentra al sur de la capital, le durará 61 días, tiempo que tardan en limpiar la estructura y otras áreas.
Sandra y sus compañero s tardarán al menos 61 días en limpiar la estructura de la torre ubicada al sur de la Ciudad de México.
Sus ojos se abren a las cinco de la mañana, toma el autobús a las cinco y media y a las siete y media ya está pasando asistencia. De ahí, Power Wash Industrial, empresa en la que trabaja, la lleva al lugar en el que le toca laborar.
Vive con sus padres, hermanos y sobrinos, lo que ha sido un apoyo para el cuidado de su pequeña cuando no está en la escuela, pero su trabajo le ha permitido hacerse cargo de todos sus gastos y los de su hija, además de ayudar en su casa.
La niña nunca ha visto a su mamá colgarse de grandes edificios, sólo se lo imagina por lo que la joven le cuenta. Ahora, mira un video asombrada en el que sale Sandra escalando paredes como si fuera una superheroína.
El equipo de protección de los limpiadores pesa entre 3 y 5 kilos, más 20 de un bote con agua.
La poblana cuenta que siempre ha estado rodeada en su mayoría de hombres. Su anterior trabajo era de limpieza en una obra de construcción; sin embargo, asegura que eso no le causa conflicto, al contrario, la ha impulsado a hacer un mejor papel y esforzarse al doble.
“Mis papás están muy orgullosos de mí porque a pesar de que soy mujer les he demostrado que puedo hacer las cosas y he salido adelante. Tengo una niña y por ella salgo adelante todos los días. Estoy muy orgullosa de ser mamá soltera”, dice.
En este empleo, su equipo también lo componen hombres y asegura que desde un principio le fue bien, pues no sufrió discriminación.
Los trabajadores usan un arnés con mosquetones de acero para laborar a más de 140 metros de altura, es decir, 32 pisos.
“No lo tomaron a mal, pero sí entré como auxiliar. Inicié llenando los botes, ayudando a pasar herramientas y luego me fueron enseñando a colgarme hasta que un día me preguntaron si quería subirme y acepté”, recuerda.
Los compañeros de Sandra la ven como un ejemplo de fortaleza y dedicación, por ejemplo, Ulises, quien “vuela” con ella en las alturas: “Es algo diferente y no deberíamos de verlo así, es algo que no se ve muy seguido, pero las personas se asombran. Que una mujer esté a lado de ti, te motiva a hacer bien las cosas”, dice.
El día ha sido agotador, la joven desciende de las alturas, baja a la realidad, se quita el equipo y se prepara para regresar a casa. El camino es largo, pero cada esfuerzo durante su día, lo vale su hija.