Gaceta UNAM
La brecha salarial continúa y es un reflejo de la discriminación estructural que tiene como base los estereotipos, roles de género y prejuicios sociales, lo que provoca que el trabajo de las mujeres se vea infravalorado y da como resultado salarios desiguales y falta de oportunidades laborales dignas para ellas, sin importar su preparación profesional, afirma Mónica Amilpas García, docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, donde también se desempeña como secretaria técnica de la Unidad de Género.
En los últimos datos estadísticos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2022 con perspectiva de género del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) se observa que el ingreso promedio trimestral de las mujeres es de 19,081 pesos y el de los hombres de 29,285 pesos, registrando una diferencia de casi 2,500 pesos a comparación de la encuesta 2020 que estimó para ellas un salario de 14,860 pesos y para los varones 22,618 pesos.
Uno de los principales motivos por los cuales históricamente las mujeres no han tenido éxito en sus vidas laborales como los hombres es porque socialmente se les asigna la obligación del cuidado del hogar y la crianza, pero si además desean desarrollarse profesionalmente ésta sería su segunda responsabilidad porque la primera no se puede desatender. Ellas además deben demostrar que son capaces de realizar ambas actividades por el simple hecho de ser mujeres, explica.
En este sentido, el tiempo es un elemento importante en esta problemática. Amilpas García analiza que cuando las mujeres se dedican al cuidado de los hijos se ven forzadas a detener su desarrollo profesional entre 5 y 10 años. Es un intervalo de tiempo que es imposible recuperar cuando ingresan al campo laboral. Además también les impacta en otras cuestiones como el acceso a una jubilación digna y a servicios de salud médicos. Asimismo, en los lugares de trabajo pueden encontrar obstáculos para ejercer, debido a que existen factores que impiden su desarrollo como el acoso y la violencia de género.
Por otra parte, la desvalorización del desempeño laboral de las mujeres incluso limita su éxito profesional, ya que en palabras de la doctora “mientras su conocimiento y aptitudes son menospreciados debido a estereotipos de género, pierden la posibilidad de acceder a espacios de toma de decisión y liderazgo, porque se duda de ellas y no se les da la oportunidad de ascender”.
Aunado a ello, Amilpas García refiere que “desde el sesgo de los roles de género muchas mujeres en sus infancias o en sus juventudes son influenciadas a trabajar en profesiones más feminizadas, las cuales se sabe que en el mercado laboral obtienen un menor salario en comparación de profesiones masculinizadas”.
La edad es otro elemento importante porque socialmente tiene un valor diferente en cuanto a hombres y mujeres. La especialista en temas de perspectiva de género apunta que los varones entre más longevos son se les otorgan mayores características de sabiduría, en cambio a las mujeres de edad adulta se les atribuyen prejuicios relacionados a su físico y capacidades, entonces se piensa que ya no serán tan productivas como ellos.
Vejez
En la edad adulta se puede observar claramente cómo las mujeres atraviesan dificultades debido a la diferencia salarial que tienen en comparación con los hombres. Sin embargo, el problema puede llegar a grandes escalas, pues de acuerdo con la especialista podría culminar hasta una posible indigencia.
“Una de las consecuencias más importantes es que es posible encontrarnos con algunas mujeres que se ven afectadas en su autonomía económica, lo que a largo plazo va a impactar en su vejez. Incluso existen casos en los que son abandonadas en la calle, porque dedicaron su vida a la crianza y no hay una política pública que reconozca que estas tareas y las del hogar son un trabajo. Por lo tanto, ellas no pudieron acceder a un buen empleo ni a prestaciones que les garantizaran un sustento para su etapa de adultas mayores”, aclara Amilpas García.
Para trabajar en esta problemática falta crear políticas públicas que sean enfocadas en atender las brechas de desigualdad por género como la salarial, comenta. Además, añade, habría que acercarnos a los postulados que hablan de la economía del cuidado para reconocerlo y valorarlo.
“Este reconocimiento tiene que ser a nivel social porque es fundamental desde la estructura empezar a visibilizarlo, y también que los hombres se incorporen masivamente al trabajo de cuidados como en su momento las mujeres lo hicieron al trabajo remunerado”, analiza.
Amilpas García sugiere que “el Estado tendría que realizar programas sensibles al género y políticas públicas y las empresas deben de tener un compromiso ético en cuanto a brindar salarios justos por el trabajo que los hombres y las mujeres hacen. Debería también existir un acuerdo expreso donde las organizaciones aseguren que se obligarán a disminuir las brechas salariales”.