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La cifra es impactante: más de 40 000 especies están amenazadas con la extinción. De acuerdo con la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) este número representa el 28 % de todas las especies evaluadas hasta hoy.
La familia Cycadidae —plantas con semillas que normalmente tienen un tronco robusto y leñoso con una corona de hojas grandes y rígidas— tiene al 63 % de sus especies en vía de extinción. El siguiente grupo con el mayor número de especies amenazadas son los anfibios (41 %), le siguen los tiburones y rayas (37 %), las plantas del grupo de las coníferas (34 %), los corales (33 %), crustáceos (28 %), mamíferos (26 %), reptiles (21 %) y aves (13 por ciento).
La fragmentación de hábitat, los cambios en el uso del suelo, la contaminación del agua, la deforestación y el cambio climático son solo algunas de las causas que están llevando a que cada vez haya más especies en riesgo de desaparecer. Los mensajes de los informes de biodiversidad de IPBES o de cambio climático del IPCC han recalcado que la gravedad de lo que ocurre con el medioambiente recae principalmente en las actividades humanas.
A pesar del panorama, en diferentes países de Latinoamérica hay científicos, comunidades, ONG y hasta organizaciones privadas que vienen trabajando en la conservación y recuperación de flora y fauna. En el día Mundial de las Especies Amenazadas Mongabay Latam destaca el trabajo por la recuperación de cuatro especies en Colombia, Ecuador, Chile y México.
Trabajo en equipo para cuidar a una pequeña rana en Colombia
Son varios los casos de plantas o animales que se parecen mucho, tanto que durante décadas los científicos creen que se tratan de una misma especie. Sin embargo, cuando hacen análisis más exhaustivos, descubren que lo que pensaban que era una sola especie, en realidad son dos o hasta más. Los expertos hablan de especies crípticas, es decir, que están aisladas reproductivamente pero no son distinguibles morfológicamente.
Eso fue lo que ocurrió con una pequeña y colorida ranita en Colombia. Se creía que Oophaga histrionica tenía una amplia distribución en el país pero, hace cinco años, un grupo de científicos realizó un estudio donde descubrieron que no se trataba de una especie sino de cuatro distintas. Oophaga histrionica quedó restringida solo a la cuenca alta del río San Juan en el departamento de Risaralda.
UICN realizó una evaluación rápida del anfibio y determinó que la especie se encontraba en Peligro Crítico (CR). Gustavo González, especialista de anfibios de WCS Colombia, asegura que algunas de las razones para que se tomara esa decisión tienen que ver con el limitado espacio en el que habita y que no se encuentra dentro de ningún área protegida del país, lo que la hace muy vulnerable a cualquier disturbio en el ambiente, principalmente por deforestación para ampliar la frontera agrícola. Además, la especie viene siendo traficada por lo menos desde la década del setenta debido a sus vistosos colores, que van desde el rojo hasta el naranja y el amarillo.
Desde que este pequeño anfibio fue ubicado en una de las categorías más críticas de la Lista Roja de la UICN, organizaciones como WCS y la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (Carder), autoridad ambiental en el departamento, han venido trabajando en educación ambiental con las comunidades negras e indígenas que habitan en la zona.
“En este momento se ha venido trabajando en el Plan de Conservación. Se han empezado a hacer estudios de cómo están sus poblaciones, cuáles son sus amenazas. A futuro queremos gestionar la creación de especies protegidas que puedan incluir las poblaciones de este anfibio”, comenta González. El experto también menciona que ha sido muy importante la ayuda de las poblaciones locales.
Uno de los que ha estado más involucrado es Blas Cárdenas, del consejo comunitario afro de Santa Cecilia. Cárdenas asegura que siempre quiso ser biólogo y, aunque no pudo estudiar en la universidad, es un autodidacta que aprendió por su cuenta y ayuda a los investigadores en el relacionamiento con las comunidades y en los monitoreos de la rana. “Empecé a hacer unos inventarios a ojo porque en ese tiempo no tenía ni siquiera celular. Yo iba y hacía el monitoreo, anotaba la hora, cuántas me encontraba ese día en la mañana y cuántas en la tarde para ver cómo se estaban comportando las poblaciones. La gente me decía que esos sapos no tenían ningún valor, pero entonces yo empecé a traer gente experta para que me apoyaran”, cuenta.
Este hombre ha sido fundamental en muchos de los estudios biológicos que se han hecho en esta región del departamento de Risaralda que limita con Chocó. A inicios de este año un grupo de biólogos describió una nueva especie de anfibio a la que nombraron Pristimantis blasi, en honor a Blas Cárdenas. Además, Cárdena fue uno de los que ayudó a organizar el primer festival de la ranita roja, un espacio cultural realizado a finales de abril de este año en el que se tuvieron actividades de educación ambiental para promover la conservación de Oophaga histrionica.
“Para mí lo importante es salvaguardar a la ranita roja que está en estado crítico y si nos descuidamos, a la vuelta 10 años solo tendremos las imágenes que tomamos en el pasado”, comenta.
Tecnología para conocer a la ballena fin en Chile
La ballena fin (Balaenoptera physalus) es la segunda más grande del mundo, solo superada por la ballena azul y durante muchos años fue cazada sin restricciones lo que llevó a que hoy este cetáceo esté catalogado como Vulnerable (V) a nivel global en la Lista Roja de la UICN. Carlos Olavarría, director del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) en Chile, recuerda que cuando las ballenas se podían comercializar, este enorme mamífero fue el más cazado en el país, lo que afectó drásticamente sus poblaciones. Esta situación, generalizada en otros países llevó a que, para la década del ochenta, se estableciera una moratoria comercial que hoy sigue vigente.
Aunque las capturas disminuyeron luego de esta orden, la caza de ballena fin continuó ilegalmente y esa sigue siendo una de sus principales amenazas. Olavarría comenta que otro gran problema para el cetáceo tiene que ver con las colisiones con embarcaciones y es ahí donde Ceaza ha centrado su trabajo. Solo en 2021 registraron y documentaron ocho casos de ballenas que aparecieron en costas chilenas con signos de haber sido embestidas por barcos.
“Estamos tratando de entender los tiempos de buceo que tienen estos animales porque, obviamente, para que una embarcación impacte una ballena es porque el cetáceo está en la parte superficial del agua”, explica.
La ballena fin (Balaenoptera physalus)es el segundo animal más grande del mundo después de la ballena azul. Foto: Carlos Olavarría.
Los científicos han logrado adosar pequeños instrumentos de monitoreo a los animales para conocer más del mundo marino desde la perspectiva de las ballenas. Estas marcas se adhieren con ventosas, tienen una cámara para obtener imágenes, instrumentos para registrar la profundidad y acelerómetros en distintos ejes para modelar su movimiento en tres dimensiones, así como también hidrófonos para registrar sonidos.
Todo esto ofrece la posibilidad de ver en alta resolución el recorrido y la conducta de la ballena cuando bucea, entendiendo lo que hace debajo del agua. Desde el 2020 hasta la fecha ya han hecho cerca de 60 marcaciones.
La investigación todavía está en curso y se necesitan más análisis para llegar a conclusiones concretas, pero los resultados preliminares les han mostrado que las ballenas fin pueden bucear a profundidades de 200 metros, mucho más de lo que suponían los investigadores, y que pueden regresar a la superficie tan solo en un minuto. También han observado que estas ballenas se mueven en aguas más someras cuando están cerca de otras ballenas, es decir, sus patrones de buceo cambian cuando están socializando y, de igual manera, notaron que suelen tener buceos más profundos en el día pero más someros en la noche.
De acuerdo con Olavarría, el objetivo final es usar esa información para aplicarla a medidas de protección para la especie. Por ejemplo, ahora que se conoce mucho mejor el comportamiento de estos animales, se podrían entablar conversaciones con las embarcaciones comerciales y turísticas para que hagan cambios que tiendan a disminuir las colisiones con las ballenas.
El bisonte empieza a recuperar su territorio en México
Durante siglos, el bisonte, uno de los grandes bovinos de Norteamérica, fue víctima de la caza desbordada, lo que redujo enormemente sus poblaciones. En la época de la colonia se creía que al exterminar al bisonte, acabarían también con la vida de los indígenas de esta región de América.
Gerardo Ceballos, doctor en biología evolutiva y director del Laboratorio de Ecología y Conservación de Fauna Silvestre del Instituto de Ecología de la UNAM, relata un poco de la historia y cuenta que en tan solo dos inviernos, en la década de 1870, asesinaron a cerca de 250 000 bisontes de la llamada manada del sur, que se movía entre el norte de México y el sur de Estados Unidos. Poco a poco los bisontes fueron más escasos en México y en 1910 se dio el último registro en este último país.
En 1988 el profesor Ceballos viajó al estado de Chihuahua y encontró una manada de bisontes. Desde entonces, el investigador y su grupo de trabajo se empeñaron en la creación de la reserva de biosfera Janos, que se materializó en 2009 y tiene más de 500 000 hectáreas de ecosistemas de pradera para proteger no solo al bisonte sino a osos, lobos y a perritos de las praderas (Cynomys ludovicianus), roedores que también se encontraban amenazados en el norte del país.
En ese mismo año los investigadores recibieron la donación de 23 bisontes genéticamente puros y los introdujeron en la reserva. “La población ha ido incrementándose mucho, ya hay más de 300. En este año enviamos más de 20 bisontes a otra reserva en el norte de México para tener dos poblaciones y que, eventualmente, podamos tener unos 1000 bisontes en el país”, comenta Ceballos.
El científico mexicano se muestra optimista y considera que la recuperación del bisonte es muy importante para los ecosistemas del norte de México pues, a diferencia de las vacas, no se quedan en un solo lugar, así que no pisotean el suelo ni lo compactan. También dispersan semillas en sus heces y nutrientes en su orina. “Además, se revuelcan y eso causa perturbaciones positivas para que crezcan diferentes especies de plantas. Al revolcarse hacen hoyos en el suelo, los cuales se llenan de agua en invierno y sirven de sitio de reproducción para anfibios y reptiles”, añade Ceballos.
Tratando de conocer al cocodrilo de la costa en Ecuador
Herpetólogos ecuatorianos insisten en que el caimán de la costa (Crocodylus acutus) es quizás el vertebrado con las poblaciones más bajas de todo el Ecuador y aún se desconoce mucho sobre su ecología en el país. Actualmente la especie se encuentra catalogada como Vulnerable (V) a nivel global pero se encuentra en Peligro Crítico (CR) en Ecuador.
“Lamentablemente, la información que tenemos sobre el cocodrilo avanza bastante lento, a lo que se suma un déficit de herpetólogos que trabajan con reptiles medianos y grandes”, comenta Mario Yánez, investigador del Instituto Nacional de Biodiversidad del Ecuador (Inabio).
Una de las principales causas de su amenaza está vinculada a la cacería para obtener su carne y para usar su piel. Yánez señala que a finales del siglo pasado y comienzos del nuevo milenio, los cocodrilos se vieron aún más afectados debido a una fuerte y rápida modificación en sus hábitats, los cuales están fuertemente vinculados a las zonas de manglares que, no solo en Ecuador, sino toda la costa pacífica del noroccidente de Sudamérica, han sido ecosistemas completamente alterados. La situación para el cocodrilo es tan crítica que el investigador hace referencia a un estudio en los años 2000 en los que se resaltaba que en la cuenca del río Guayas solo quedaban cinco cocodrilos en la costa.
Tiempo después el paíscreó una estrategia nacional para la conservación de este reptil pero, “lamentablemente, no ha habido un impulso a esta estrategia que ya tiene más de 15 años. No se le ha evaluado, ni tampoco se ha hecho una renovación con base en actualización de información a pesar de ser una especie emblemática ecuatoriana”, destaca Yánez.
Una de las pocas zonas donde actualmente habita este reptil es en la Reserva Ecológica Manglares Churute en el golfo de Guayaquil y en el sur, hacia las provincias de Loja y El Oro, pero donde no se encuentran dentro de un área protegida.
Actualmente, Darwin Núñez de la organización Naturaleza y Cultura Internacional trabaja haciendo monitoreo del cocodrilo en la zona de Cazaderos, en la provincia de Loja, muy cerca de la frontera con Perú. Allí habita una de las poblaciones del reptil más cercanas a las montañas de los Andes, en la cuenca del río Puyango. En 2020, Nuñez ya había identificado 22 cocodrilos en un trayecto de 9 km en esta zona que, hasta el momento, parece poseer las poblaciones más saludables del país.
En una publicación en redes sociales, el investigador destaca que es importante seguir creando conciencia entre la gente para que no cace al reptil pues este tiene un rol importante en la salud del ecosistema. “Con sus patas mueve los fondos del mar, y en este caso del río; de esta forma libera el alimento para muchas especies de peces, además que es controlador de poblaciones de otras presas grandes”. Mientras el monitoreo en Loja continúa, Inabio, en alianza con otras organizaciones, espera apoyar el trabajo de Núñez con equipos de telemetría satelital para tener una mejor información y calidad de datos.