Inicio Destacadas Desapariciones de mujeres; aparecen vivas, pero en el negocio de la trata

Desapariciones de mujeres; aparecen vivas, pero en el negocio de la trata

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Excelsior

Aunque hallar a las mujeres desaparecidas en México con vida es más probable que en el caso de los hombres, es común detectarlas como parte de redes de trata de personas, alertan colectivos y organizaciones no gubernamentales.

En días pasados, Excélsior publicó que una persona desaparecida en México sea localizada depende mucho de su sexo. Mientras que 78.3% de las mujeres desaparecidas son eventualmente localizadas con vida, menos de la mitad de los hombres desaparecidos (46%) son hallados vivos, de acuerdo con la organización Data Cívica.

Organizaciones civiles y activistas como Litigio estratégico en derechos humanos (IDHEAS), México Evalúa y el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio advierten sobre la relación entre las desapariciones de mujeres y el riesgo de trata y explotación sexual, razones por las que son mantenidas con vida.

Para México Evalúa, lo que en su mayoría motiva la desaparición de mujeres son razones de género, pues mientras la desaparición de hombres se concentra en las edades de 20 a 44 años, la de mujeres sucede principalmente entre los 10 a 19 años, es decir, entre adolescentes y mujeres jóvenes, con alrededor de 55% del total de mujeres desaparecidas en este rango de edad.

En tanto, activistas de todo el país relatan historias que evidencian la situación: mujeres jóvenes desaparecidas, esclavizadas sexualmente por líderes criminales, posteriormente, obligadas a ejercer la prostitución, y, en el mejor de los casos, halladas vivas, pero, en el peor, encontradas asesinadas con signos de violencia y tortura.

VIOLENCIA PATRIARCAL

Juan Carlos Gutiérrez, director jurídico de IDHEAS, afirma que las desapariciones de mujeres y niñas vinculadas a la trata no son un problema aislado.

Estos horrores son producto de una cultura patriarcal violenta, machista y sexista. La violencia contra las mujeres está normalizada. Los prejuicios y las discriminaciones banalizan la trata de personas. El desprecio por la dignidad de las mujeres víctimas y su sufrimiento, es la constante respuesta de las autoridades”, indica.

El reporte ¿Quién nos busca? ¿Quién nos cuida?, de la Federación Internacional por los Derechos Humanos (FIDH), IDHEAS y su socio en México, el Equipo Mexicano de Antropología Forense (EMAF), dado a conocer en noviembre pasado, afirma que, en México, la trata de personas se desarrolla en un contexto de vulnerabilidad extrema para las mujeres, niñas y adolescentes, caracterizado por la falta de oportunidades, la desigualdad de género, la discriminación, y la inseguridad y violencia cotidianas.

DESCONEXIÓN Y MANIPULACIÓN

El informe, que se centra en casos del Estado de México, pero que menciona también situaciones de otras entidades, como Morelos, Puebla y Tlaxcala, señala que “la relación entre la trata de personas y las desapariciones ha sido y sigue siendo un tema subestimado por las autoridades, a pesar de los casos documentados y denunciados por organizaciones no gubernamentales (ONG) y colectivos de búsqueda. Esta desconexión crea el riesgo de dejar a muchas familias con familiares desaparecidos, especialmente mujeres y adolescentes, sin respuestas ni justicia”.

Destaca, también, que la manipulación psicológica, emocional y sentimental ejercida por los tratantes sobre las víctimas se convierte en una traba para la investigación y persecución del delito.

Esta manipulación, que en muchos casos comienza con el ‘enamoramiento’ de la víctima por parte del tratante, provoca que numerosas víctimas, especialmente aquellas explotadas sexualmente y provenientes de entornos familiares inestables, no se reconozcan e identifiquen a sí mismas como ‘víctimas’. Como resultado, al ser rescatadas por las autoridades, muchas de éstas no denuncian o se niegan a reconocer la coerción que padecen, lo que dificulta la documentación adecuada para la investigación del delito”, señala el reporte.

nfrentan condena de muerte en vida
Buscando a su hijo, Elvira encontró a una joven que fue secuestrada y, bajo amenazas de asesinar a sus padres, la obligaban a prostituirse

Por Alfredo Peña

CIUDAD VICTORIA.— Ser mujer y víctima de una desaparición forzada equivale a una condena de muerte en vida.

Es un infierno que se vive en varias etapas: primero, caer en las garras de líderes criminales movidos por el deseo; después, ser esclavas en redes de prostitución y, si ya no eres “redituable” para estos criminales, tener un destino más oscuro, como la ejecución.

Los números estremecen, pues, de acuerdo con la Consulta Pública de Personas no Localizadas, Tamaulipas acumula 13 mil 308 desapariciones, con dos mil 810 en Reynosa; dos mil 681 en Nuevo Laredo, y dos mil 456 en Matamoros.

En estadísticas locales, en 2024, 560 personas fueron localizadas con vida y 12 sin vida, de los cuales, 330 eran hombres y el resto, mujeres.

Pero en las cifras también hay rostros, historias de terror, alerta Elvira Ramírez, del colectivo Buscando Tus Pasos.

Señala que ser mujer y víctima de una desaparición forzada es como estar muerta en vida, por la serie de abusos que el crimen organizado puede hacer.

Yo no tenía idea de cómo el crimen organizado traficaba con jovencitas; me enteré aquí, cuando desapareció mi hijo”.

El dolor no fue ajeno, debido a que recayó en una amiga muy querida.

Fue durante la guerra entre el Cártel del Golfo y Los Zetas, en 2013, cuando los delincuentes primero se llevaron al esposo, luego a su amiga y la hija de ambos, que en ese tiempo tenía 13 años.

Dos años más tarde, en la ciudad de Reynosa, se encontró con la menor en una farmacia.

Me dio tanto gusto, la vi y grité que cómo estaba, si su mamá estaba bien y su papá. Me puse muy feliz, porque si ella estaba viva quería decir que mi amiguita estaba bien”.

Elvira notó que las preguntas causaron que los ojos de la niña se nublaran mientras fijaba su vista hacia una desconocida que las miraba desde unos metros.

Me dijo que tenía que irse, pero no tenía idea de lo que estaba pasando”, narra.

Al sufrir la desaparición de su hijo, Elvira comenzó a entrar a diferentes mundos.

Ahora hasta nos metemos en muchos lugares, como en bares, porque no sabes si puedan tener a una chica en la prostitución”.

Elvira relató que pasaron otros años y volvió a encontrar a la hija de su amiga, pero en esta ocasión ya mayor de edad. “Estaba en un bar, ahí me platicó todo”.

Contó que el líder delincuencial, desde su secuestro, la tuvo a su disposición sexualmente, pero de esa manera pudo mantener vivos a sus padres.

El momento más terrible fue cuando el delincuente le perdió el interés. Fue enviada a una red de prostitución en cantinas y otros giros negros que eran controladas por el cártel.

Le confesó que no sólo fue en la región, sino que la trasladaron en diversos municipios y estados de la República.

Sus padres murieron, mientras que ella siguió en el mismo giro, al no hallar otro motivo para su existencia.

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