La mutación D614G incrementa hasta cuatro o cinco veces el número o la densidad de “espigas” en la superficie del virus y las hace más flexibles.
Sin Emabargo
Miami, 13 jun (EFE).- Un equipo del Instituto de Investigación Scripps de Florida, Estados Unidos, ha descubierto que una leve mutación genética en el coronavirus SARS-CoV-2 incrementa de manera significativa su capacidad para infectar las células, según un comunicado de la institución.
La viróloga Hyeryun Choe, autora principal del estudio, dijo que pudieron determinar en los sistemas de cultivo celular que “los virus con esa mutación son mucho más contagiosos que los que no la tienen”.
Lo que hace la mutación D614G es incrementar hasta cuatro o cinco veces el número o la densidad de “espigas” funcionales existentes en la superficie viral y a la vez hacerlas más flexibles.
Las espigas, que le dan al virus su aspecto de corona, son precisamente las que le hacen capaz de infectar las células, apuntando a los receptores celulares ACE2.
“Nuestros datos son muy claros, el virus se hace mucho más estable con la mutación”, dijo Choe.
Según el comunicado del Instituto de Investigación Scripps, que tiene sede en Jupiter (sureste de Florida), la variante del SARS-CoV-2 que circuló en los primeros brotes no tenía la mutación D614G, que es ahora la variante dominante en gran parte del mundo.
Según Michael Farzan, coautor de la investigación y copresidente del Departamento de Inmunología y Microbiología de Scripps, ninguna de las secuencias del SARS-CoV-2 depositadas en la base de datos GenBank tenía la mutación.
En marzo ya aparecía en una de cada cuatro muestras y en mayo en el 70 por ciento de las muestras, señaló.
Choe y Farzan, que realizaron su investigación con virus inocuos diseñados para producir proteínas claves del coronavirus, advierten que se necesitan estudios epidemiológicos adicionales para determinar si lo que ellos han comprobado sobre una mayor efectividad para contagiar las células a causa de la mutación sucede también en “el mundo real”.
Ambos científicos han estudiado los coronavirus desde hace casi 20 años, desde que se registro el primer estallido de SARS, y en 2003 fueron los primeros en descubrir que el SARS apuntaba a los receptores ACE2 de las células, como hace el SARS-CoV-2.
Además de Choe y Farzan, también trabajaron en esta investigación respaldada por el Centro Nacional de Salud, los científicos Lizhou Zhang, Cody Jackson, Huihui Mou, Amrita Ojha, Erumbi Rangarajan y Tina Izard, todos ellos del Instituto Scripps.