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Así se construyó la figura de Nayib Bukele, la controversial sensación política en América Latina

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France 24

El nombre de Nayib Armando Bukele Ortez sonó por primera vez en el panorama internacional después de que ganara las elecciones presidenciales de El Salvador en febrero de 2019. La prensa extranjera dio voz a su papel de outsider de la política, el “joven millenial” que con apenas 37 años había logrado convencer a su país de abandonar el bipartidismo que reinaba desde el final de la guerra civil en 1992.

Pero la realidad de Nayib Bukele iba mucho más allá de este análisis. Este joven empresario no era ningún outsider en el año 2019 y aunque basó su campaña en la lucha contra el establecimiento político de El Salvador, él mismo -y su familia- habían sido parte de esa estructura desde hacía décadas. Entonces, ¿quién es Nayib Bukele?

El publicista que se convirtió en alcalde
Nayib Bukele nació en 1981, en San Salvador, en el seno de una familia acomodada y con todos los privilegios de quien puede disfrutar de una buena educación y cuidados en un país tan profundamente desigual como El Salvador, que en esa época vivía una cruenta guerra civil. Su padre, Armando Bukele Kattán, era un ingeniero industrial de ascendencia palestina reconocido en la nación gracias a sus empresas de marketing y publicidad.

No se sabe mucho más de los orígenes de Nayib, pero algo habitual en sus discursos políticos es referenciar a su padre como origen de su pensamiento político. Lo que sí es conocido que que fue su progenitor fue quien le abrió las puertas al mundo empresarial, al permitirle en 1999 -con solo 18 años- ser el presidente de una de esas compañías. Y aquí es donde inicia su primer contacto con la política.

‘Obermet’, ‘Nölck Red América’ o ‘4am Saatchi & Saatchi’ fueron las agencias publicitarias que durante 12 años se encargaron de la comunicación política del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, por sus siglas), un partido izquierdista que venía de la antigua guerrilla que combatió al Gobierno durante 13 años de guerra civil. A inicios de los 2000, esa formación política jamás había ganado una elección desde 1992 a ARENA, su contraparte conservadora, pero en 2009 logró su histórica victoria de la mano de Mauricio Funes.

La familia Bukele fue clave en la construcción de esa victoria y tan solo dos años después, un joven Nayib de apenas 30 años decidió afiliarse al partido para solicitar ser el candidato a la Alcaldía de Nuevo Cuscatlán, una población de la periferia de San Salvador que apenas cuenta con 8.000 habitantes. Un pequeño favor que el agradecido FMLN no pudo rechazar. Bukele consiguió ganar por la mínima en marzo de 2012 y se convirtió en alcalde.

Su paso por Nuevo Cuscatlán se basó en la exposición mediática constante. Bukele prometió acceso a agua y electricidad a las comunidades rurales más vulnerables de la zona y se encargó de realizar grandes obras que pusieran en el foco a esta pequeña población de extrarradio. Desde grandes avenidas a hospitales con comodidades. Bukele buscaba los focos y difundir su trabajo y fue desde estos años que comenzó a popularizar uno de sus más famosos eslóganes publicitarios ante la pregunta lógica de dónde salía el dinero: “El dinero alcanza cuando nadie roba”.

Su proyección en Nuevo Cuscatlán hizo que el FMLN, que vivía un momento político dulce tras reeditar Gobierno de la mano de Salvador Sánchez Cerén, apostara por él para disputar la Alcaldía de San Salvador a ARENA. Bukele basó su campaña en el acercamiento a los más jóvenes a través de mensajes potentes vía redes sociales y con ataques con memes a sus rivales. Estrategias que con el tiempo perfeccionaría.

La imagen como llave del poder
De esta forma llegó al poder en San Salvador e inició la misma hoja de ruta que en Nuevo Cuscutlán a través de la promoción de infraestructuras sorprendentes. La más recordada de ellas es la construcción del Mercado Cuscutlán en el centro de San Salvador, una de las zonas más empobrecidas de la ciudad y dominada por las maras. La inauguración rompía cualquier tipo de esquema político hasta la fecha, pero tras ella, como afirma Tiziano Breda, coordinador asociado de análisis para América Latina de ACLED, “Bukele interactuó con los grupos de pandilleros del país para negociar el traslado de unos puestos de venta ambulantes hacia el Mercado Cuscatlán. Desde ese entonces hubo contactos”.

Pero esta cuestión de los contactos con las maras es algo que siempre le ha aterrorizado reconocer a Nayib Bukele por la mala fama que han tenido otros políticos en el pasado por hacer lo mismo. Y desde su alcaldía en la capital, la cuestión de la reputación fue un eje primordial para el joven político. Un ejemplo de ello es su rechazo a la prensa que criticaba el fracaso de sus megaobras en Nuevo Cuscatlán o San Salvador, ambas sufrieron el ataque de webs parodia.

Su comportamiento aparentemente impulsivo, pero calculado, empezó a ganarle enemigos hasta dentro de su propio partido, especialmente cuando el FMLN rechazó que concurriera como candidato presidencial para 2019 con sus siglas. Esto fue un golpe duro para Bukele, quien comenzó una batalla sin cuartel contra sus compañeros, al acusarlos de corrupción y fallos políticos. La situación se elevó tanto que incluso lanzó ataques contra el presidente Salvador Sánchez Cerén, líder histórico de la guerrilla. Por ello, en 2017 el partido lo expulsó y él decidió fundar un movimiento ciudadano llamado Nuevas Ideas y presentarse por su cuenta a la Presidencia.

Este movimiento, aparentemente arriesgado en un país dominado por el bipartidismo, estuvo perfectamente calculado. Para Valeria Vásquez, analista senior para Centroamérica en Control Risks, “Bukele supo leer a la perfección que el cansancio era evidente contra el bipartidismo en El Salvador y que una cara joven, no tan conocida, podría ser lo ideal en un momento en el que los dos partidos tradicionales estaban haciendo muchas cosas mal”.

Breda subraya su interacción fundamental con las generaciones más jóvenes, “aquellas personas que no habían vivido la guerra civil, que estaban desencantadas con la política y muy desideologizadas fueron algunos de sus principales objetivos en una comunicación fresca y nueva en redes que superaba a la de los dirigentes tradicionales”.

De esta forma comenzó Bukele su carrera a la Presidencia. Su movimiento ciudadano Nuevas Ideas no pudo inscribirse a tiempo como partido, pero su figura ganaba cada vez más fuerza por su crítica contra el FMLN y ARENA y sus promesas de lucha contra la corrupción. Aunque, irónicamente, se presentó con GANA, un partido político tradicional ligado a casos de corrupción. Un matiz que no le impidió obtener el 53% de los votos en la búsqueda de su primer mandato.

El ‘dictador cool’ que encandiló a América Latina a pesar de sus controversias
Desde un inicio, Nayib Bukele dejó claro que intentaría mantener su popularidad con golpes de efecto que lo mantuvieran sobre los focos. Un ejemplo de ello fue la entrada con policías y militares armados a la Asamblea Legislativa en febrero de 2020, cuando apenas llevaba un año en el poder. El mandatario no tenía mayoría en ese momento en la Cámara y quería obtener un préstamo de 109 millones de dólares de Estados Unidos para su Plan de Control Territorial, su estrategia de seguridad contra las maras, por lo que tomó esa decisión amparándose “en el pueblo” para intimidar a los legisladores.

El hecho fue condenado por la comunidad internacional y organizaciones civiles y sociales, pero Bukele consiguió lo que pretendía: aparecer en el mapa. El mandatario comenzó a utilizar la negativa de la oposición para culparles de una supuesta connivencia con las maras y aprovechó este momento para darse a conocer en el continente a través de entrevistas a youtubers y personajes famosos como ‘Luisito Comunica’ o ‘Residente’. Entrevistas suaves y relajadas en las que publicitó su modelo en canales con una gran audiencia base e internacional.

Cuando Bukele llegó a la Presidencia trasladó los contactos que fraguó durante la Alcaldía de San Salvador con las maras a un nivel nacional a pesar de mantener un discurso duro contra los pandilleros

Un modelo que empezó a virar hacia la búsqueda de la seguridad total. Durante sus primeros años su Plan de Control Territorial hizo que las muertes bajaran significativamente en El Salvador, país que se convirtió en el más mortífero de América Latina en el año 2015. Sin embargo, los datos no mostraban que esta bajada de la criminalidad fuera acompañada de detenciones y decomisos de armas, por lo que varias investigaciones arrojaron que lo que había detrás era un pacto secreto con las maras.

“Cuando Bukele llegó a la Presidencia trasladó los contactos que fraguó durante la Alcaldía de San Salvador con las maras a un nivel nacional a pesar de mantener un discurso duro contra los pandilleros. Para él era muy importante mantener esta línea si quería conservar la popularidad e intentó que su Gobierno se cuidara de aparecer en grandes pactos con estos grupos”, señala Breda, quien añade que a pesar de ellos “hay evidencia de que durante esos primeros tres años hubo conversaciones para bajar los niveles de violencia y ofrecer algún tipo de apoyo electoral en 2021 a cambio de concesiones en la cárceles”.

El resultado tras las elecciones legislativas de 2021 fue arrollador en favor de Nuevas Ideas, que logró hacerse con una cómoda mayoría en la Asamblea Legislativa. Tras tener el control de ese órgano, Bukele lanzó una ofensiva para controlar el Poder Judicial también y lo logró al cambiar a 10 de los 15 jueces de la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo, su ‘idílico’ Plan de Control Territorial sucumbió el fin de semana del 26 y 27 de marzo de 2022, cuando se produjeron 87 homicidios en apenas unas horas. Para Valeria Vásquez esto fue la representación “de que algo se rompió en esa tregua con las maras, algo salió mal y Bukele quedó en evidencia”.

A partir de ahí comenzó el estado de excepción que rige hasta la actualidad, las persecuciones masivas contra presuntos pandilleros y la guerra total contra las maras en una estado militarizado que dio la vuelta al mundo. Nayib Bukele supo vender su guerra como algo positivo a pesar de las evidentes violaciones a los derechos humanos que denunciaron Amnistía Internacional o Human Rights Watch y consiguió aprovechar el contexto de El Salvador para encarcelar a más de 75.000 personas, 7.000 de ellas inocentes.

Cada captura era promocionada en redes sociales, al igual que los recuentos en prisiones donde se veía a cientos de presos tatuados y rapados agachados e incluso temerosos ante la acción policial. Una imagen fuerte y con mucho poder que impactó al mundo, pero que encandiló a una parte importante de América Latina en un momento en el que el continente vive una crisis de seguridad por motivo de la violencia armada y el narcotráfico.

La narrativa lanzada por Nayib Bukele y su Gobierno se basó en que el fin justificaba los medios. Especialmente cuando tras meses de capturas, la tasa de homicidios bajó significativamente en El Salvador y su presidente comenzó a vender la imagen de un ‘nuevo país’ que muchos quisieron imitar, especialmente cuando legiones de youtubers llegaron a algunos de los barrios más peligrosos de El Salvador a mostrar la nueva realidad que vivían.

A la búsqueda del ‘Bukele local’
Y así se fraguó el fenómeno de masas que triunfa en muchos sectores de América Latina debido a su ‘éxito’ en la lucha contra el crimen organizado gracias a la mano dura. Sin embargo, Tiziano Breda destaca “los resultados inapelables e inocultables”, recuerda que “en El Salvador solo había tres grupos criminales que estaban muy establecidos y habían sido mapeados por las autoridades desde 10 o 12 años atrás. Una situación relativamente beneficiosa a la que se sumaba que este país posee una gran capacidad carcelaria y un gran número de policías y militares por habitante en un país pequeño”.

Pero esto no fue suficiente para frenar que muchos quisieran replicar a Bukele en sus países de origen, aunque la situación y el contexto fuera muy diferente al de El Salvador. La idea caló especialmente entre los políticos ligados a la derecha y la extrema derecha, aunque algunos progresistas, como Xiomara Castro en Honduras, se aventuraron a replicar la militarización y los estados de excepción.

La corta experiencia en los países en los que, en mayor o menor medida, se ha intentado replicar el ‘método Bukele’, ha dejado mucho que desear debido a la incapacidad de las autoridades para terminar con grupos mucho más complejos en un contexto en el que su control sobre las cárceles y el terreno es muy limitado. Así se ha percibido en Ecuador durante su crisis carcelaria y los constantes estados de excepción decretados tanto por Guillermo Lasso como por Daniel Noboa y con las medidas tomadas por Xiomara Castro en Honduras contra las maras que operan en su territorio.

Sin embargo, el riesgo para la región está en que a pesar de esas experiencias, determinados políticos intenten explotar la popularidad de Bukele, haciendo que perfiles polémicos accedan a la presidencia de países con problemas de seguridad. Esta cuestión no ha sido todavía clave para definir a un ganador en alguna elección latinoamericana, pero sí que tiene cada vez más peso. Y figuras como Jan Topic en Ecuador, José Antonio Kast en Chile, Jair Bolsonaro en Brasil o la derecha colombiana están dispuestas a explotarla.

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