En un comunicado
del día 22 de agosto la C. Josefa González Blanco Ortiz Mena da su condolencia diciendo entre otras cosas lo siguiente:
“Nora, una destacada bióloga, investigadora y ambientalista con una gran calidad humana fue la encargada del proyecto de liberación de Guacamaya Roja en Aluxes Ecoparque Palenque. Muy querida y respetada por todos su compañeros, comprometida con su labor y convencida de que era necesario actuar para salvar nuestro planeta y las especies que ahí habitan. Su diaria labor siempre fue amorosa tanto con sus animales como con sus compañeros. Ayer México perdió una gran mujer, una destacada académica, una gran compañera de trabajo, a una mujer inolvidable. Descanse en Paz Nora López León”.
Estas palabras duelen en todas las mujeres que han sido asesinadas. Duelen con el dolor más profundo que sienten las madres que les lloran inconsolables. Es un dolor que corroe los huesos, traspasa el alma y lastima lo más hondo del corazón humano.
Su muerte tiene los rostros de todas las mujeres que les quitaron la vida. La muerte de Nora, duele en el sufrimiento que padeció antes de morir. Duele en las puñaladas que recibió. Y en el grito ahogado en la garganta. Y en las lágrimas que recorrieron sus mejillas. Y en la sangre que fluyó en las paredes después de ser herida.
Duele su encuentro con la Nada y su indefensión ante la crueldad del Todo. Nunca le hizo mal a nadie. Era una mujer que amaba la naturaleza. Por eso sabía del dolor que sufren los animales que cuidaba, el mismo que sienten los árboles que la vieron pasar por última vez.
Desde ayer a todo le falta algo de su espíritu amoroso. El bosque hace un canto interminable por su partida. El camino guarda sus pasos por la tierra, mientras el viento lo recibe y anhela llevar a Nora a la vastedad del cosmos.
Descansa en paz querida sobrina.
Hernán León Velasco
23 agosto 2019