Sin Embargo
“No somos de hule, tenemos necesidades, somos seres humanos y tenemos derechos, los clientes muchas veces piden fantasías tontas y nosotras terminamos haciendo una labor social”, dice Kathy, sexoservidora de 47 años que trabaja en la Ciudad de México.
Ciudad de México, 7 de marzo .- Hasta ocho horas parada bajo el sol esperando clientes. Entre 250 y 400 pesos por tener relaciones sexuales con desconocidos. Con la presión de los gastos y la bolsa vacía. Así Kathy ha enfrentado a la pandemia de la COVID-19 en calles de la Ciudad de México.
La mujer de 47 años comenzó en el trabajo sexual desde los 24. Dice que el mundo se paralizó por la pandemia, pero el hambre no.
Ella es madre soltera de una joven de 28 años, paga medicamento psiquiátrico y vitaminas que le generan gastos mayores, cuenta durante una entrevista con Graciela López de la agencia Cuartoscuro.
Al inicio la pandemia, Kathy solicitó la tarjeta verde que autoridades capitalinas prometieron como ayuda para las trabajadoras sexuales. Esperó y esperó, pero “no hubo depósito”. “El mundo se podía paralizar, pero el hambre no se paraliza”, dice la mujer.
Ella exige que las autoridades apoyen a las sexoservidoras con Seguro Social. “No somos de hule, tenemos necesidades, somos seres humanos y tenemos derechos, los clientes muchas veces piden fantasías tontas y nosotras terminamos haciendo una labor social”, señala.
Además de estar parada bajo el sol ocho horas, cuenta que debe pagar 150 pesos por cada ocasión que ocupa un cuarto en el hotel, así como condones y su comida. “Si es de la cintura para abajo cobró 250 pesos y si es cuerpo completo son 400 pesos”, detalla.
Ella también vende ropa a sus compañeras. Añade que la crisis económica se ve reflejada también como trabajadora sexual y comerciante porque no hay clientes, ni dinero para que le compren mercancía.
GABRIELA
Gabriela, de 35 años, es madre soltera y mantiene a su mamá, hermana, sobrinos e hijas con los recursos que logra juntar del trabajo sexual.
En entrevista Graciela López, de la agencia Cuartoscuro, la mujer relata que ya se había retirado de la prostitución, pues comenzó a formar parte de la Comitiva Desayunador de la escuela de sus hijas, sin embargo, la pandemia de la COVID-19 la obligó a volver.
Los ahorros de su vida le duraron un mes. Había que pagar luz, celulares, internet y medicinas que ocupa su madre. Ahora aguarda en una esquina de la Merced, en la Ciudad de México.
Gabriela comenzó a ofrecer el servicio del trabajo sexual desde los 21 años. Relata que ahora trabaja más horas que antes y a veces no gana lo suficiente a pesar de que esta de 8 a 10 horas esperando a los clientes.
Ella forma parte del grupo de mujeres que toman clases de Enfermería en Brigada Callejera.
“El que quiere, puede”, dice. Desea finalizar el curso para poder obtener un certificado y encontrar un trabajo en el que pueda dedicarse a la Enfermería y tener un salario fijo.
La pandemia por coronavirus ha duplicado el número de trabajadoras sexuales independientes en la Ciudad de México, según estimaciones de la asociación Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez” publicadas en febrero.
En un comunicado, la organización señaló que mientras antes de la pandemia había unas 7 mil 700 trabajadoras sexuales, actualmente se estima que el número ascendió a 15 mil 200 tan sólo en la capital mexicana, debido a las difíciles condiciones económicas derivadas de la crisis sanitaria.
El organismo detalló que de este aumento, 40 por ciento son mujeres que habían dejado el trabajo sexual, pero han tenido que regresar a las calles; otro 40 por ciento son mujeres que iniciaron a raíz de la crisis; y el 20 por ciento restante representa a las que no están en un punto específico, es decir, caminan en vía pública buscando clientes.
Arlen Palestina Pandal, representante legal de Brigada Callejera, señaló que estas mujeres están continuamente olvidadas, violentadas y estigmatizadas, además, tienen mayores posibilidades de contagio, no cuentan con apoyos del Gobierno ni con espacios para trabajar como los hoteles.
“Lo que nosotros urgimos es respeto al trabajo sexual y el reconocimiento al amparo ganado 112/2013, que permita en vía publica que las compañeras ejerzan su oficio con respeto y corresponsabilidad”, indicó.
Señaló que a partir de la pandemia por COVID-19, no se ha tenido una respuesta clara ni honesta del Gobierno mexicano para este grupo de trabajadoras.
Elena Reynaga, secretaria ejecutiva de la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (RedTraSex) señaló que este es un problema regional derivado de que ningún gobierno definió una política para las trabajadoras sexuales ante la COVID-19.
Recordó que esto ha empujado a las mujeres a trabajar aún más en la clandestinidad, además dijo que la pandemia “ha hecho más urgente” reconocer el trabajo sexual para evitar mecanismos de chantaje y explotación laboral.
Ante este panorama, la organización Tejiendo Pueblos, Amigos Remendando Oficios desde el año pasado puso en marcha una iniciativa para apoyar a esta población con entrega de despensas, comida, condones y cubrebocas.
Además, ha iniciado su campaña 2021 para apoyar a trabajadoras sexuales cisgénero y trans con una despensa que las ayude a sobrellevar la situación.
En México, un estudio del Consejo Nacional para la Prevención y Control del Sida (Conasida) reveló que el 70 por ciento de las trabajadoras sexuales no tiene pareja, pero el 78 por ciento tiene hijos, por lo que se vuelve fundamental la búsqueda de mecanismos para apoyarlas.