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Felipe Arizmendi, nuevo cardenal: «En México necesitamos políticos católicos sin vidas dobles»

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La Iglesia en México no tiene que luchar por la creación de un partido político católico, dice en entrevista el obispo que el próximo fin de semana se convertirá en el séptimo cardenal de México.

ROMA (apro).- El obispo Felipe Arizmendi Esquivel (Chiltepec, 1940) se convertirá este fin de semana en el séptimo cardenal de México, y también será el primero nombrado por el Papa Francisco tras la toma de posesión del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien –confesó el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas– aún no lo ha llamado para felicitarlo porque, como “es comprensible”, ahora tiene “otras prioridades, como la salud, la inseguridad y las lluvias en su natal Tabasco”.

Así lo señala el prelado en entrevista con Proceso, a menos de una semana de la ceremonia que el Papa celebrará en El Vaticano, junto con otros 12 nuevos cardenales.

La Iglesia en México, dice, no tiene que luchar por la creación de un partido político católico, como algunos grupos evangélicos han hecho, ni tiene que entrar en competición con estas confesiones religiosas que han ganado influencia y poder político en el mandato de López Obrador. Al contrario, se pueden compartir batallas comunes, como la modificación de la Ley de Asociaciones Religiosas, que él también apoya.

Además, insiste, lo que importa de verdad es que los políticos católicos en México no tengan “vidas dobles” que los lleven a actos de corrupción o a colocar su interés personal sobre el interés del colectivo.

–¿Considera que este nombramiento es un reconocimiento al papel en Chiapas y, más en general, al mundo indígena?

–Algunos así lo han considerado. Yo todavía no sé qué razones haya tenido el Papa. Pero lo veo con sorpresa, agradecimiento y con una gran responsabilidad.

–Recientemente dijo que la Iglesia católica en México está “apoltronada”. ¿Qué quiso decir?

–Yo copié esa frase del Papa, no soy original. La apliqué a la Iglesia no sólo en México, sino también en Italia y en todo el mundo. Cuando nos apoltronamos significa que estamos muy cómodos en nuestro trabajo, en nuestra misión, y no vamos más allá. Y el Papa siempre nos está insistiendo: “salgan, salgan, salgan”.

–¿Cree que su nombramiento también que es una señal, en un momento en el que el presidente mexicano tiene como aliados a los evangélicos, quienes tienen posiciones en el Congreso y en su gobierno?

–No le veo a esto fines políticos. Tanto es así que yo no he tenido ninguna comunicación con la presidencia de la República. Con el gobernador de Chiapas sí, él me ha hecho el favor de felicitarme. El del Estado de México también, por uno de sus colaboradores. Pero no le veo una relación propiamente política. Sin embargo, lo veo como una ocasión para seguir insistiendo en los derechos de todos, pero particularmente de los indígenas.

“Mi propósito es seguir apoyando las causas de los indígenas. Por ejemplo, estando aquí en Roma, el próximo lunes 30 tengo una cita con (la congregación de) el Culto Divino para apoyar las traducciones en los idiomas indígenas, particularmente del tzotzil y tzeltal de Chiapas, del náhuatl, que se habla en todo México”.

–Pero volviendo a los evangélicos, de este avance que tienen, ¿no cree que está perjudicando la relevancia de la Iglesia católica en México?

–Lo veo como un apoyo muy importante. Ellos se han aliado con el gobierno federal, pero luchando por valores buenos. Conozco a varios que militan en lo que se llamaba PES (Partido Encuentro Social), a varios de ellos los conozco, y veo que tienen buenos principios, para hacer el bien de México. Y en eso estamos unidos. Más que pelear, nos unimos para luchar por el bien del país.

–¿Qué opina de la propuesta de modificar la ley de Asociaciones Religiosas de 1992, que prohíbe a grupos religiosos tener radios y canales de televisión? ¿Está de acuerdo?

–Sí, hay que ayudar a que la libertad religiosa sea más profunda. Se avanzó mucho en comparación con la Constitución de 1917, con las reformas que se hicieron en 1992, pero hay que mejorar, hay que ampliar para más libertad. Pero ahorita la prioridad es la salud, la pobreza, la violencia y la inseguridad.

–¿Falta en México un partido político católico? ¿Por ejemplo, una Democracia Cristiana, como ha habido en otros países latinoamericanos?

–Nosotros no pretendemos eso. No luchamos por un poder político o económico. Sin embargo, tratamos que los creyentes que son católicos y están en posiciones de autoridad o legislación, ahí hagan ver sus principios religiosos, porque hay algunos que llevan una vida doble. Por una parte, son creyentes, bautizan a sus hijos y los mandan a colegios de confesiones religiosas, y después llevan una vida completamente distinta a la hora de gobernar, de registrar tanto la corrupción como los intereses de partido, y no les importan los valores fundamentales. Por eso lo que nos importa, más que un partido político, es que los políticos sean buenos políticos. Que actúen por el bien común, no tanto por ascender en puestos.

–Lo describen como un líder progresista en lo social y conservador en lo moral. ¿Se siente identificado con esta descripción?

–Afortunadamente soy conservador en lo moral. Afortunadamente, sí. Para mí eso significa conservar los valores fundamentales que no pueden cambiar. Y no me importa que me califiquen de progresista en lo moral porque el evangelio para algunos es retrogrado, y yo quiero vivir con el evangelio.

–¿No se arrepiente de algunas declaraciones suyas sobre la homosexualidad?

–No, porque siempre he sido muy respetuoso con ellos. Son personas, y como personas (les debemos) nuestro máximo respeto y tenemos que luchar para evitar la discriminación. Eso en todas partes. Es una lucha permanente.

–Parece estar muy en línea con lo que hoy dice Francisco.

–Sí, pero no solamente con el papa Francisco, también con Juan XXIII, Benedicto y otros papas. El Concilio (Vaticano II) nos llevó por esta línea, aunque a veces lo hemos malinterpretado. Pero el evangelio y la historia nos ha ayudado a corregirnos en las posturas que a veces hemos tenido, equivocadas. Vamos aprendiendo y esperamos no repetirnos.

–¿En qué se han equivocado?

–La inquisición, por ejemplo. Y también hubo Papas muy corruptos, hubo incluso una Iglesia, en la primera evangelización, que tuvo mucho poder y adquisiciones. Eso no es nuestro trabajo. (…) Hay muchos documentos del Concilio, que introdujo cambio, y todavía no le hacemos caso. Y también otros documentos después de (las conferencias de) Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida… Tenemos el documento episcopal del Proyecto Global para la Pastoral hasta 2033, y tampoco siempre lo ponemos en práctica. Por ejemplo, se habla ahí de dar más lugar a las mujeres y no siempre lo hacemos, y de una Iglesia más pobre, y no siempre somos tan pobres como deberíamos.

–¿Quería ser cardenal?

–Nunca, de veras. Sinceramente, mi primera reacción, cuando me llamó una periodista ese domingo, fue: que Dios perdone al Papa. Yo estaba más tranquilo aquí y esto me complica la vida. Porque además los trapitos rojos que le ponen a uno, no me gustan nada. Los voy a llevar por sacrificio. Espero que mi vida no cambie.

–¿Qué le aporta a la comunidad tener un cardenal?

–Una cercanía con el Papa, y que con el Papa se pueda ayudar.

–Algunos analistas han subrayado que, con este consistorio, aumenta la presencia de las periferias y disminuye la influencia eurocentrista.

–Sí, eso sí. Eso ha sido una inquietud de Francisco, porque él ha vivido en la periferia y cree que las periferias tienen mucho que aportar al centro. Si bien yo no podré votar (por haber superado los límites de edad), es un símbolo.

–Debo confesar que me llama la atención su postura sobre los evangélicos.

–Mire, ayer recibí una carta de los mormones, un líder de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, felicitándome, y la compartí en el consejo interreligioso de Chiapas. Ahí nos conocimos y aprendimos a respetarnos.

–¿No hay ningún conflicto entonces?

–Sí, en algunas ocasiones ha habido, cuando hay mucho integrismo en ellos y nosotros.


Entrevista publicada en la edición digital del semanario Proceso el miércoles 25 de noviembre de 2020

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