Los investigadores relacionan la construcción con la transición entre un estilo de vida itinerante hacia uno más sedentario
El País
Un paseo por Aguada Fénix en Tabasco (México) es como andar sobre caminos de arena rodeados de un paisaje de densa naturaleza. “Nadie sospechaba lo que había debajo”, cuenta Takeshi Inomata, investigador de la Escuela de Antropología de la Universidad de Arizona (Estados-Unidos) y autor de un estudio que se publica este miércoles en Nature. Los senderos de tierra y los numerosos árboles esconden una plataforma artificial maya que se extiende sobre una superficie asombrosa de unos 563.000 metros cuadrados, según las descripciones del estudio. Es la mayor y la más antigua estructura descubierta hasta ahora de la civilización maya, que marca la transición entre un estilo de vida itinerante a uno más sedentario desde el año 950 antes de Cristo.
Gracias a la tecnología Lídar, un método de detección con láser que crea un mapa en tres dimensiones, se dibujó un conjunto de centros ceremoniales, que se fueron construyendo entre los años 1000 y 800 antes de Cristo, de unos 10 a 15 metros de alto y del cual salen nueve calzadas. “Fue impresionante ver toda esa superficie. Es enorme”, confirma el investigador.
El descubrimiento desafía los modelos concebidos hasta ahora. Para empezar, la comunidad científica pensaba que la civilización maya se construyó poco a poco, es decir, aldea por aldea, hasta llegar a estructuras más masivas. Pero esta excavación demuestra lo contrario: partieron de lo más grande para ir creando lo pequeño. “Yo creo que tener esa base tan potente les ayudó luego a organizarse y repartirse en aldeas más pequeñas”, opina Inomata.
Sedentarismo y semejanza social
La próxima etapa, según cuenta el autor, es analizar los alrededores y ver cómo este conjunto estaba comunicado con el resto. Pero lo más importante para él, por ahora, es que este hallazgo se convierte en la prueba más concluyente de la transición entre un estilo de vida nómada a uno mucho más sedentario. En épocas previas al año 1200 antes de Cristo, los habitantes de esta área no usaban cerámica y, según estiman los autores, los mayas eran muy itinerantes. Se dedicaban a cazar, a cultivos, como el maíz y a pescar.
Durante mucho tiempo, algunos investigadores pensaron que los mayas no fueron unos sedentarios hasta el año 350 antes de Cristo, aproximadamente. Hoy, la idea cambia. El sedentarismo apareció mucho antes debido a la importancia de los cultivos de maíz para dichas civilizaciones y a la presencia de vajilla de cerámica. “Esto es clave para entender el pasado y cómo se fueron construyendo las civilizaciones”, asevera Inomata. “Seguramente no quisieron moverse de sitio para tener el dominio del maíz y para que nadie les robara”, imagina. A partir de ahora, Inomata quiere descubrir más cosas sobre este mundo bajo tierra, no tanto sobre las estructuras tan imponentes, sino más bien sobre los habitantes que las construyeron: ¿quiénes eran y cómo vivían?
Otro aspecto sorprendente de la investigación es que el hallazgo no deja evidencias claras de una desigualdad social muy marcada, como se deducía de anteriores descubrimientos. “También existía una brecha social, pero no tan profunda. No había reyes ni jerarquías como tal. Además, con este descubrimiento vemos que fue un trabajo de comunidad y que se dedicaban a lo mismo. Todo giraba entorno a los cultivos y a la pesca. Había una cierta semejanza entre ellos”, especula Inomata.
En busca de las áreas residenciales
Para Anabel Ford, directora del Centro de Investigación Mesoamericana de la Universidad de California en Santa Bárbara (EE UU), los datos de excavación y la gran cantidad de fechas de contexto presentes en el estudio son impresionantes. “Estaba al tanto de esta investigación y estoy asombrada por el uso combinado de diferentes escalas de lídar y la identificación que hicieron”, comenta. Sin embargo, que sea el más grande y el más antiguo descubrimiento, no le llama tanto la atención. “No me sorprenden las cosas que no sabemos sobre la prehistoria. La tecnología lídar es una forma increíble de revelar artefactos y evidencias de esfuerzos humanos. Aguada Fénix es solo un ejemplo”, argumenta.
Este sitio parece haber tenido un papel central en el proceso social y de innovación cultural de la civilización maya. Ford reconoce que el enclave de Aguada Fénix es significativo del cambio de los horticultores itinerantes arcaicos a los agricultores más sedentarios. Pero, por otro lado, la experta cree que siempre hubo interacción en toda Mesoamérica (región que comprende la mitad meridional de México, Guatemala, El Salvador, Belice y el occidente de Honduras, Nicaragua y Costa Rica): “Si bien Aguada Fénix es la primera zona donde se ha aclarado un poco más la duda, hay otras muchas pistas. Takalik Abaj, en la costa sur guatemalteca, ofrece marcas de artefactos similares y de la misma fecha que vinculan los olmecas con los mayas”.
Ford discrepa con los autores a la hora de hablar de desigualdad social. “Es cierto que la construcción en una zona aluvial y la presencia de megalitos [que no eran del área cercana] sugieren una actividad colectiva, pero también un manejo jerárquico. El sitio cubre un área sustancial y, aunque han realizado excavaciones significativas, no hay una imagen completa del área”, justifica. Según cuenta, las diferencias en la distribución de la riqueza serán más claras cuando se encuentren áreas residenciales.
La directora del centro de investigación también quiere saber más sobre las personas que vivían en esa época: “Se hace mucho hincapié en los monumentos, las longitudes, la altura, el volumen, pero para crear estas construcciones colectivas, se necesitaba a gente. Mi curiosidad está en rastrear las zonas residenciales y así entender la importancia de las estrategias que utilizaron los mayas para subsistir en la historia.”