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Indígenas y epidemias en Chiapas. Un recuento desde las montañas zoques

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Fermín Ledesma Domínguez/Hojarasca/La Jornada

Hoy como hace cinco siglos, las pandemias siguen siendo un instrumento de colonización. La población más vulnerable por la llegada de enfermedades han sido los pueblos indígenas generalmente desprovistos de acceso a servicios públicos, infraestructura hospitalaria, aislados por las condiciones geográficas accidentadas y una histórica relación tensa con el Estado (colonial y nacional), que en su conjunto dan una idea del escenario en que enfrentaron las epidemias que surgieron a partir de la colonización española en el siglo XVI.

Las consecuencias más desastrosas sobre los pueblos originarios en México fueron la mortandad de miles de indígenas que los puso al borde del colapso, y en otros casos las difíciles condiciones de recuperación y estigmatización que enfrentaron y que se prolongaron muchos siglos. Tanto epidemias como conquista militar y explotación indígena terminaron por crear condiciones de dominación/subordinación sobre los pueblos indígenas.

Los conquistadores consideraron las epidemias como señal divina favorable que parecía autorizarles a someter a la población nativa (Bermúdez). Por eso, algunos autores señalan que las pandemias legitimaron limpiezas étnicas a gran escala, o bien fueron estrategias etnocidas (necropolíticas) para instaurar el nuevo orden social en América Latina.

En el caso de los pueblos zoques de Chiapas, las epidemias fueron una constante desde el primer contacto con los kirawa (blancos/mestizos), y todo apunta a que, en efecto, facilitaron una pronta colonización y subordinación. Además, los españoles satanizaron las formas médicas ancestrales de curar el cuerpo y entender las enfermedades, de tal manera que fueron desdibujando conocimientos que articulaban prácticas, estrategias y un conjunto de relaciones con la naturaleza que los pueblos solían usar para enfrentar las enfermedades con los recursos naturales del territorio, sobre todo plantas.

Los zoques practicantes de la medicina ancestral fueron perseguidos y estigmatizados como brujos, curanderos o hechiceros, y luego llevados a juicios inquisitoriales por las autoridades eclesiásticas. Dolores Aramoni Calderón, en Los refugios de los sagrado (1992), documentó el juicio contra Diego de Vera, zoque de Magdalenas Coalpitan (hoy Francisco León) en 1678 y contra Antonio Ovando, Nicolás de Santiago y Roque Martín, de Jiquipilas, Ixtacomitán y Tuxtla en 1685, todos por curar, practicar la “brujería”.

Epidemias en tierras zoques

Los primeros brotes epidémicos de sarampión se registraron en los alrededores de San Cristóbal de las Casas en 1529, luego el cocoliztli en Chiapa de Corzo en 1545, a los que se sumaron peste, rubeola, tabardillo, viruela, carcoma, mal del pinto y otras enfermedades que se prolongaron hasta la aparición de la influenza española a principios del siglo XX (Bermúdez).

Sumado a los enfrentamientos militares y la hambruna por las plagas de langostas que atacaban los cultivos, las epidemias propiciaron un descenso drástico de la población de Chiapas durante el periodo colonial. Tan sólo en 1611 se reportó el descenso del 62.5 por ciento de la población indígena en toda la Alcaldía de Chiapas (Bermúdez). Hasta 1670, la recuperación fue lenta cuando aumentó la población cerca del 0.5 por ciento anual (Obara y Viqueira).

Los zoques que habitaban los valles centrales y el norte de Chiapas fueron los más golpeados por las epidemias. Desde tiempos ancestrales dominaban la selva de los Chimalapas, el sur de Tabasco y Veracruz, donde desarrollaron una sociedad pacífica, sin un Estado centralizado y con patrones de asentamiento dispersos. Pero este orden fue interrumpido con la llegada de los españoles en el siglo XVI.

La colonización desplegó una conquista militar y una misión evangelizadora para instaurar un mundo económico colonial y extractivo de larga duración. El sometimiento provino de dos frentes: desde la provincia de Coatzacoalcos con la expedición punitiva del capitán Luis Marín en 1524, y luego desde los valles centrales de Chiapas con el encomendero Baltasar Guerra, quien se dirigió a las montañas de Ixtacomitán e Ixtapangajoya para pacificar a los zoques que se habían insubordinado en 1533.

La imposición de encomiendas en Nicapa, Chapultenango y Ostuacán, la concentración de pueblos, el pago de tributos, la captura de 900 tamemes como esclavos y la extracción de gran cochinilla en Tapalapa y cacao en Ixtacomitán fueron las medidas drásticas de los españoles. Por su parte, la conquista espiritual que trataba de remediar los malos tratos se desplegó desde el convento de Tecpatán con Fray Tomás Casillas y Fray Alonso de Villalva a partir de 1546 (Remesal).

Cuando los frailes atravesaban la sierra de Ixhuatán rumbo a Ciudad Real en 1545, cayeron gravemente enfermos de calentura. Al menos dos mozos cargadores fallecieron, según narra Fray Tomás de la Torre, así que a partir de la colonización, la población zoque comenzó a ser reducida por epidemias, hambrunas y explotación.

En 1563 comenzaron a escasear los alimentos, sobre todo maíz en la zona zoque. Un siglo después, en 1692, la población de Tuxtla, que era de mil 500 habitantes, quedó reducida a la mitad doce años después. El mismo caso en Jiquipilas hacia 1733. En Ocozocuautla, el 15 por ciento de la población había muerto entre 1778 y 1785. Otros pueblos desaparecieron, como Cuscahuatán, Magdalenas de las Pitas, Tacuasintepec, Comeapa y otros. Tecpatán, la zona más poblada, que originalmente concentraba el 9 por ciento de la población en 1585, pasó a tener tan sólo el cuatro por ciento de los zoques en 1817. El censo episcopal de 1771 registró la muerte de mil 084 indígenas (Bermúdez; Obara y Viqueira; Villa Rojas). El desplome de la población era dramático.

Cuando la población apenas se recuperaba, apareció la viruela en 1833; luego el cólera atacó en Ixtacomitán, Chapultenango y Magdalenas en 1850, según los registros episcopales. Los pueblos optaron por cerrar los caminos para evitar la propagación de la epidemia. En 1877 vino la fiebre amarilla a través del río Ixtacomitán que mató a 14 personas en Pichucalco (Orvañanos).

Para tener una idea de las epidemias en la zona, en junio de 2003, de manera accidental, dentro del ex convento de Tecpatán, los arqueólogos encontraron más de tres mil osamentas apiladas. Se estima que se trató de un ataque de epidemia en los siglos XVII y XVIII (La Jornada, 3/6/2003). La explicación de las autoridades sobre el número excesivo de muertos y el despoblamiento siempre fue porque muchos indígenas eran trasladados a las haciendas de cañas de azúcar y de cacao para trabajos forzados y casi nunca por las epidemias.

Respuestas indígenas

Aunque no existen estudios que den cuenta de las estrategias locales de los pueblos zoques para enfrentar las epidemias, en la memoria oral colectiva y escasas fuentes documentales se refiere que muchos pueblos recurrieron a la medicina ancestral. El historiador Oscar J. Martínez (2013) cuenta que durante la aparición de pestes en Copainalá en los siglos XIX y XX, los pobladores recurrieron a diferentes “brebajes” para curarse.

Una estrategia zoque presente en muchos relatos fue refugiarse en las montañas tanto durante la conquista colonial como en la Revolución y en la época de la quema de santos, como una estrategia de sobrevivencia. Es decir, el aislamiento social posibilitó sobrevivir a pandemias.

Reflexiones desde el territorio zoque

En la historia de los pueblos indígenas, colonización y pandemias llegaron de la mano en forma de guerra. Las epidemias traídas de Europa facilitaron la colonización de los pueblos porque estos no tenían fuerzas (políticas y militares) para organizar respuestas a gran escala contra la conquista militar, como en el caso de los zoques atrapados en su sobrevivencia cotidiana para no colapsar.

El Estado (colonial y nacional) estuvo casi ausente para enfrentar la situación. Más bien fueron las autoridades locales quienes actuaron para frenar la epidemia. Los pueblos indígenas sortearon con sus propias ciencias médicas las enfermedades, aun a costa de la muerte de miles de ellos y la desaparición de pueblos enteros. Finalmente, el aislamiento de algunos pueblos y el poco contacto comercial con los mestizos contribuyó a sostener la vida en los territorios indígenas en tiempos de epidemias



Fuentes:
Bermúdez, Luz del Rocío, 2012, “Interpretaciones ante una tragedia: santos, demonios y la desaparición de indios en Chiapas, siglos XVII-XVIII”, en Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, No. LXXXVII, Guatemala.
De la Torre, Fray Tomás, 1982, Desde Salamanca España hasta Ciudad Real, ed. Frans Blom, primera edición, Gobierno de Chiapas: Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Martínez, Janiere, 2013, Obras públicas y transformación sanitaria en Copainalá, 1887-1938, primera edición, CONACULTA: Chiapas, México.
Obara, Tadeshi y Juan Pedro Viqueira, 2017, El arte de contar tributarios. Provincia de Chiapas, 1560-1821, primera edición, Colegio de México: Ciudad de México.
Remesal, Fray Antonio, 1932, Historia general de las Indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, Tomo II, 2da edición, Tipografía Nacional: Guatemala.

Villa Rojas, Alfonso, 1975, Los Zoques de Chiapas, primera edición, INI: México, DF.

Fermmín Ledesma Domínguez pertenece al Centro de Lengua y Cultura Zoque.

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