Gaceta UNAM
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018-2019, 93 % de la población mexicana reconoció consumir bebidas azucaradas, recordó Ana Ortega Ávila, profesora de la Facultad de Medicina.
De ese grupo, abundó, las y los niños encuestados prefirieron las aguas frescas naturales elaboradas con frutas y azúcar, mientras que los adultos eligieron los refrescos.
Al participar en la mesa redonda “Bebidas ultraprocesadas, ciencia de la nutrición y la Cocacolonización de México: perspectivas interdisciplinarias”, organizada por el Instituto de Investigaciones Antropológicas, dijo que es importante considerar que el alto consumo de alimentos y bebidas ultraindustrializados va más allá de decisiones de compra y está relacionado con lo que se ha establecido como culturalmente aceptable en nuestra nación.
Los cambios en los entornos alimentarios han sido potenciados por los tratados comerciales, y la introducción de las corporaciones transnacionales al mercado mexicano, resaltó Ortega Ávila.
Para Gyorgy Scrinis, de la Universidad de Melbourne, Australia, los ultraprocesados, entre ellos los refrescos, son nutricionalmente desequilibrados, con altos contenidos de azúcares, grasas, sal y energía.
Aunque su adquisición es responsabilidad personal, estamos inmersos en una captura corporativa de la nutrición, donde bebidas como el refresco de cola representan un estilo de vida (el estadunidense) y de consumo. “Para muchos, comerlos o beberlos es, además del sabor, un asunto aspiracional”, señaló.
El profesor de política alimentaria destacó que varias son tecnológicamente novedosas, agradables al paladar y adictivas, por lo que con facilidad sustituyen alimentos “reales”.
El investigador posdoctoral del IIA –y organizador del encuentro–, José Manuel Tenorio Ramírez, comentó su investigación en comunidades de Chiapas, el estado de la República mexicana que tiene el más alto consumo de refrescos.
Existe una “Cocacolonización”, con dos marcas dominantes del mercado, con una gran inversión publicitaria que les ha permitido penetrar en las prácticas alimenticias, incluso en las ceremoniales.
Se beben gaseosas para ir a la siembra, en los hogares, y se han sustituido bebidas tradicionales, como el pozol de maíz, por los refrescos de cola, enfatizó.
Además, apuntó, en sus trabajos de campo recogió declaraciones de niñas, niños y adultos, quienes prefieren acompañar la comida con ese producto, pues resalta el sabor.
A otras personas no les importa el encarecimiento del impuesto a dichas bebidas, y se muestran dispuestas a seguir pagando precios altos por éstas.
A su vez, el investigador posdoctoral de la Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, Joel Vargas Domínguez, hizo un recuento histórico de las políticas alimentarias del país que apoyaron, por ejemplo, la distribución de leche en los años 60 del siglo pasado.
“Como otras medidas para mejorar la nutrición de la población, en esas décadas se copiaron modelos estadunidenses que poco a poco fueron introduciendo alimentos y bebidas ultraprocesados que hoy nos tienen con una dependencia de ellos, además de daños a la salud”.